Entre las historias increíbles de la Batalla de Mallorca, destaca la del marinero republicano Domingo López. Sobrevivió de milagro a un fusilamiento en Manacor y recorrió kilómetros de campo enemigo en plena noche hasta reencontrarse con las columnas antifascistas en Punta de n'Amer. Su testimonio se publicó por primera vez en el diario El Liberal el 3 de septiembre de 1936. Luego apareció también en las memorias del capitán Bayo y en los libros de los historiadores Miguel Durán y Josep Massot i Muntaner.
Domingo López pertenecía a la llamada Guardia Negra, un grupo de 50 marineros de la base del Prat del Llobregat conocidos por su arrojo en la conquista de Ibiza. Bayo dice que eran «heroicos» y «de una valentía rayana casi en la inconsciencia». El 16 de agosto de 1936 fueron de los primeros en desembarcar en Porto Cristo y comenzaron a avanzar hacia el interior sin apoyos de ningún tipo. Querían alcanzar el pueblo que tenían a la vista: Son Carrió, en Sant Llorenç des Cardassar. Allí los sublevados mallorquines habían montado una línea de defensa y les tendieron una emboscada. Según el propio Domingo, comenzó un tiroteo mientras unos gritaban «¡Viva España!» y los otros «¡Viva la República!».
El historiador Josep Cortés recoge el testimonio de un vecino de Son Carrió sobre este hecho. Afirma que sobre el mediodía apareció un hombre muy asustado: «¡Capitán, los rojos están a un kilómetro de aquí!». Los carabineros y falangistas salieron corriendo hacia el Puig de Son Manxo, la montaña que domina Son Carrió, y allí intercambiaron gritos ambos bandos: «'¡Arriba España!', ‘Viva el comunismo y la libertad'. Y empezó un fuerte tiroteo en el que los rojos tuvieron muchas bajas».
Uno de los marineros supervivientes relató la emboscada en una carta que después publicaría una revista falangista. En ella, reconocía que iban totalmente confiados: «Fuimos avanzando por el campo la mar de tranquilos, sin ametralladoras ni nada. Como si con 40 marineros se fuera a rendir toda Mallorca. Ellos, como entienden de guerra, no quisieron disparar hasta que nos tuvieron a cinco pasos».
Domingo dice que fueron abatidos casi todos: «Los fascistas eran más de 300, así que era imposible abrirnos paso. Al llegar la noche, quedábamos muy pocos en pie y algunos pudieron huir». Por la mañana solo quedaban cuatro marineros vivos que fueron hechos prisioneros y dio la casualidad de que el jefe de los captores era un capitán que conocía a Domingo de la base naval de Cartagena.
—¿Es este el uso que haces de mis enseñanzas? ¿No te acuerdas de la promesa que hiciste al ingresar en filas? —dijo el capitán.
—Sí, la de servir a la República —contestó Domingo.
—Eres un canalla. Sigue andando.
Fueron llevados a Manacor y fusilados contra una pared de la Escola Graduada. Domingo dice que solo sintió una herida en el cuello y oyó a un cura rezar: «Sobre mí caía la sangre de los compañeros muertos», afirma. Cargaron todos los cuerpos en un camión y los abandonaron en plena noche en el cementerio de Son Coletes. «Allí permanecí hasta que se hizo de día y cuando me convencí de que no había nadie me curé con un botiquín que tenía. Luego bebí agua de un pozo».
Esperó escondido hasta la noche y, con ayuda de un campesino, consiguió recorrer los más de 10 kilómetros que había hasta Punta Amer. Después se recuperó en Maó y Barcelona. Como premio a su valentía, Bayo lo convertiría en miembro de su guardia personal. Aquí perdemos su pista pero es muy posible que sobreviviera a la guerra.