En los sondeos publicados en los tres últimos meses, el PP encabeza todas las series con una ventaja de entre 8 y 10 puntos de porcentaje de voto respecto del PSOE. En todas las encuestas menos en las que publica el CIS y cocina su presidente, José Félix Tezanos. El escenario demoscópico es común, pero los resultados difieren tanto que para entender el por qué de la contumacia o en el mejor de los casos del exceso de fe del presidente del CIS en la victoria que pronostica para el Partido Socialista hay que aparcar la sociología y adentrarse en la ideología.
Tezanos confía –y parece que Pedro Sánchez también– en qué a pesar del evidente desgaste que sufre el Gobierno y el descrédito que arrastra la figura del presidente, el día de las elecciones muchos de los ciudadanos que se han alejado del partido volverán a votar al PSOE. Confían en que, al final, a la hora de votar, funcionará el eje derecha-izquierda y serán pocos los votantes socialistas de siempre que se decidan a cambiar de voto y voten al PP. A lo sumo cuentan que esos votos podrían acabar en la abstención, pero que aún así podrían salvar la situación.
El tiempo es otro factor que impulsa el optimismo de quienes rodean al presidente del Gobierno y les lleva a pensar que pueden dar la vuelta a la situación que reflejan las encuestas. Otean el horizonte de los trece meses que median hasta llegar a celebrar las elecciones generales como un tiempo largo en el que la figura de Alberto Núñez Feijóo puede irse desgastando. Víctima de las acometidas como la que, sin ir más lejos, le espera esta semana en el Senado a cuenta de las intervenciones de un Pedro Sánchez que dispondrá de tiempo ilimitado mientras el jefe de la oposición apenas contó con treinta minutos. Cabe pensar que esta vez el líder del PP acudirá precavido.
Decía Baltasar Gracián que lo bien dicho en seguida se dice. También añadía que es una verdad común que el hombre largo, no tanto en estatura como en discurso, rara vez es sabio.