Entre los llamados ‘héroes caídos' del bando sublevado en la Guerra Civil en Mallorca, destaca el legionario Mateo Juan Oliver, alias Matet, de Sant Llorenç des Cardassar. Sus hazañas en la Batalla de Mallorca se contaban en los actos fascistas y varias fuentes de la época coinciden en el relato. Quizá se ha exagerado pero no deja de ser interesante. Llegó a ser prisionero de los antifascistas, logró escapar y dio su vida en un ataque que provocó la detención de 39 enemigos en Porto Cristo.
Mateo Juan tenía 33 años en 1936. Estaba soltero y era un fiel feligrés de la parroquia de Sant Llorenç. Poco se sabe de su vida hasta entonces, pero debió haber servido como legionario en África porque entró de cabo y llegó a sargento de la Legión de Mallorca, creada de manera improvisada al inicio de la guerra. Sus superiores dicen en sus informes que era un temerario. Se ofrecía voluntario para todas las operaciones y siempre iba en vanguardia.
El primer ejemplo lo dio en los primeros días de la batalla de Porto Cristo, el 16 y 17 de agosto de 1936. Al parecer, comenzó a abatir enemigos y se vino tan arriba que avanzó hasta quedar rodeado y caer prisionero. Según su testimonio, después ocurrió lo siguiente: «En un descuido me quité la camisa legionaria y, como entre ellos no se conocían, pude pasar desapercibido. El que me cogió se hizo mi amigo. Me miró las manos y dijo que eran de trabajador. Entonces me hice rojo, aunque por poco tiempo». Afirma que llegó a conocer al capitán Marcelino Zapatero, comandante de la columna antifascista de Porto Cristo. Y sigue su testimonio: «Un marxista me dijo: ‘Tú, que conoces estos lugares, acompáñame a una buena casa en la que podamos coger algo. Y fuimos. Una vez allí, el marxista se agachó para registrar un armario y le di un estacazo con el fusil en la cabeza. Lo dejé muerto. Confundido entre los demás rojos, me marché y pude escapar».
La segunda ‘hazaña' que destacarían sus jefes llegó el 1 de septiembre. Durante un reconocimiento en las primeras casas de Porto Cristo, descubrieron que en el Café Can Noy había un grupo de antifascistas. Se ofreció voluntario para asaltarlo y, según el informe militar, fue «el primero en acercarse hasta la puerta disparando». Después vació su pistola por una ventana y cuando se asomó a ver el interior murió de un balazo en la cabeza. Los sublevados enviaron refuerzos y «se entabló un violento combate con un grupo de unos 40 individuos que se resistió tenazmente. El enemigo aguantó todo el día y, cuando ya estábamos dispuestos a atacar la casa con granadas de mano y hacerla arder, empezó la rendición. Hicimos 39 prisioneros». Según el capitán legionario Pérez Vengut, tenían «la bandera separatista» y la mayoría eran de Manresa. Al concluir la batalla, los sublevados clamaban venganza. Los prisioneros fueron paseados como un trofeo por Manacor, fotografiados (su imagen la pueden encontrar en Google) y poco después fusilados.
Mateo Juan sería enterrado en el cementerio de Manacor. Según el historiador Josep Cortès, «era muy radical y violento, tanto es así, que expusieron su cuerpo en su casa, dentro de un ataúd, con una pistola en cada mano. Después, la familia se marchó a vivir a Argentina». En un acto de Acción Católica en Sant Llorenç el 4 de noviembre de 1936, el capellán de la Legión, Ramón Vives, le llamó «la gloria de San Lorenzo».