No solo sucede en España; también se está haciendo común en Europa y es la consolidación de partidos comunistas y fascistas. Su causa es fácil de encontrar: los partidos que tendrían que ser de izquierdas o derechas, pero sensatos, han hartado a la gente con los casos de corrupción, por sus interesadas formas de entender la política y por su desfachatez con la mentira. En lo de la corrupción opino que ahora que la crisis está hundiendo a muchas familias en la miseria, si los partidos que teóricamente tienen sentido común, no van con cuidado, los votos a los extremistas podrían subir, ya que se le hace difícil a un pobre tener que ver que sus gobernantes se dedican a robar lo que es de todos; la miseria enciende el pensamiento crítico.
Lo de la mentira aún me sorprende –soy un ingenuo– en personas que tienen el poder porque acepto que una persona te diga una pequeña mentira –a mí, un editor me dijo que me publicaría una obra… y ya hace veinte años de ello, menos mal que la obra fue premiada y me la publicaron–, o cuando te dicen que llegarán a las seis y son las siete. Yo a eso lo perdono. Pero cuando, como ahora, se acercan las elecciones y sabes que lo que te prometerán en la pesada y teatral campaña política, en cuanto a temas importantes, no serán más que una sarta de mentiras para que les votes, eso te hace sentir tan ridículo, que te cabrea y piensas en partidos extremistas.
No los votaré, pero, ¿qué más te da si los que te gobiernan, como los extremistas, también se olvidan de ti y, quitándole el sentido a la democracia hacen lo que les da la gana en lugar de lo que prometieron? Pero eso no es el culmen del esperpento: este llega cuando los partidos que tendrían que ser sensatos se pelean para poner a su gente al frente del poder judicial. Europa les riñe por eso, pero ellos, como si estuviéramos en un país bananero, ni caso. ¿Piensan delinquir…? Lo digo porque el tema no tiene otra explicación. Ya podemos dar gracias de que los partidos extremistas no den la talla. Vox no es serio y Podemos, ya de la casta, juega a trileros para aprobar sus leyes escondiéndolas bajo una ley de energía y luego la zarina sale, patética, sonriendo. Sí, nuestra democracia está enferma… de malos políticos.