André Marchand, alcalde de la localidad francesa de Briollay, prohibió la entrada de mosquitos en la ciudad. Los vecinos se quejaban de la proliferación de mosquitos debido a las inundaciones y el alcalde lo arregló en seguida. Los vecinos que tengan quejas pueden denunciarlos porque la presencia de esos insectos en su casa es completamente ilegal. Otra cosa es que los mosquitos, que son tan impertinentes como los malos vecinos, les hagan maldito el caso. Pero que conste que si pican será de modo totalmente ilegal.
Otro pueblo francés, La Gresele, tiene prohibido morirse durante los días festivos y los fines de semana. Lo prohibió la alcaldesa, Isabelle Dugelet, por decreto municipal, porque algunos vecinos no encontraban médicos que certificaran el fallecimiento de sus familiares en día festivo. Así que cuando la muerte les visita en día de asueto los habitantes de La Gresele pueden decirle con la ley en la mano que vuelva más tarde. Otra cosa es que la muerte respete el decreto.
Pero hay más ciudades en el mundo donde la muerte está prohibida: Biritiba-Mirim en Brasil, Lanjarón en España, Sellia en Italia, Sarpourenx en Francia, Longyearbyen en Noruega y Itsukushima en Japón. En Lanjarón, concretamente, se prohibió la muerte porque el cementerio estaba lleno. Es casi como lo que les dijo Antonio Pons Timoner a los jubilados alayorenses cuando le echaron en cara que no había hecho nada para ellos. «Mentira», dijo. «Os he hecho un cementerio nuevo». Son prohibiciones absurdas porque la vida tiene a menudo un lado absurdo que debemos tomarnos con humor, aunque a veces sea humor negro. Prohibiciones que indican que las leyes no lo pueden todo, ni los legisladores tampoco. Prohibiciones que tienen poco o mucho que ver con la realidad.
En Francia no se puede llamar Napoleón a un cerdo, porque Napoleón es una figura histórica de primer orden. Pero en cambio, George Orwell llamó Napoleón al cerdo que ejerce de Gran Hermano en su novela Animal Farm, simbolizando a Stalin. Entre nosotros, el sexo protagoniza prohibiciones y tabúes, represión y castigos, y sin embargo para algo lo tenemos ahí.