Alguien dijo que la mejor manera que existía para ganar tiempo era no perderlo. A menudo creemos que contamos con todo el del mundo, que ya vendrán las ocasiones que un día cualquiera pensamos y que la mejor forma de conseguir las cosas era no precipitarlas. Efectivamente todo ello es muy sencillo cuando estamos convencidos de que contamos con todo el tiempo del mundo para conseguir todo aquello que nos propongamos. En verdad ello no está exento de razón pero cuando uno empieza a atesorar aniversarios es consciente de que la única realidad es que el tiempo es efímero y no espera por nadie. Es aquel metro que cierra con precisión sus puertas albergando en su interior a los que con premura han saltado a su interior. Algunos golpean con rabia la puerta que frente a ellos se cerró de manera implacable y que les obliga a esperar al próximo metro. Sí, es en ese momento cuando son conscientes de que todo depende del tiempo porque en ese preciso instante deberán reajustar una concatenación de situaciones que, a priori, estaban programadas y dadas por hecho.
El mundo se desmorona y todo debe partir de cero en esos instantes de rabia y desconsuelo. Leí sin embargo que, tras el atentado de las torres gemelas, varios supervivientes fortuitos, salvaron sus vidas porque perdiendo el tiempo ajeno a sus voluntades, no solo lo ganaron sino que salvaron sus vidas. Cuestión de segundos y contratiempos. Así pues una vez más la vida es un cúmulo de contradicciones que, según la actitud que les demos nos proporcionarán una ganancia de tiempo desconocida, aún habiéndolo perdido, ya sea por voluntad propia o bien por circunstancias ajenas a la misma.
En un momento dado podemos programarlo todo pero no esperen que todo suceda de libro ya que a veces lo irreal es lo más real que te pueda pasar porque es lo que verdaderamente quieres. Cuando uno no sabe qué hacer lo mejor que puede hacer es no hacer nada porque, más pronto que tarde, sabrá qué hacer. Me encanta la contradicción, el debate, la duda, el cambio, el cambio es una realidad, siempre he dicho que las personas inteligentes cambian para bien y probablemente serán las que no dejen escapar ese metro, el mismo que una gran mayoría declinará coger por pensar que tal vez algún día podrán cogerlo.