Según los resultados de la última encuesta sobre intención de voto publicados por el CIS esta misma semana, el PP sobrepasa al PSOE en casi dos puntos, Vox empieza su cuesta abajo, perdiendo casi cinco enteros, y UP vuelve a ocupar el tercer puesto del ránking. Todos sabemos el poco valor pronóstico que tienen estas encuestas, y menos con las elecciones generales a más de una año vista; sin embargo, sirven, y mucho, como reflejo de la coyuntura política.
Básicamente, el PP se está beneficiando de la debacle de Ciudadanos, en buena parte fagocitado por él mismo, del subidón de las elecciones andaluzas y, sobre todo, de la fuerte inflación, ya que el personal, anestesiado políticamente hasta las orejas e incapacitado para la comprensión y el análisis de la realidad, aúlla contra el gobierno de turno en cuanto ve disminuir el volumen de su faltriquera.
Es verdad que vivimos algo parecido a las siete plagas de Egipto (la crisis de 2008, la pandemia, la repercusión de la guerra de Ucrania o, mismamente, el coste económico que va a suponer al ola de calor que estamos pasando), y que el Gobierno de Coalición ha optado por aumentar la deuda pública frente a las desastrosas políticas austericidas tan queridas por las derechas, pero la causa principal de la inflación, camuflada bajo el paraguas de la guerra ucraniana y los problemas de abastecimientos (que también cuentan), reside en la intención de los empresarios por recuperar las tasas de ganancias perdidas durante la pandemia y en el efecto dominó que está generando.