Hace unos días fui a recoger al aeropuerto a un familiar que llegaba a la Isla. El aeropuerto de Palma está irreconocible. Atascos de coches para entrar, atascos de coches para salir. Gentes que se van, gentes que llegan. Y los que llegan, ahora salen todos por la misma puerta. Llegué con antelación y el avión con retraso. Razón por la que tuve que pagar más minutos de aparcamiento y perder más minutos en la espera. Aproveché la ocasión para pasear por el lugar remozado durante la pandemia. Tuve la sensación de que el espacio para la espera se había reducido.
Quizás porque había demasiada gente esperando. Quizás porque había demasiada gente llegando. Quizás porque había muchos vuelos retrasados y gente que esperaba a los vuelos retrasados y gente que llegaba en los vuelos retrasados. Fue en ese momento cuando se me ocurrió contemplar a las personas que salían por la puerta de llegadas. Me acodé en una barra metálica que hace de barandilla para ver las salidas desde la barrera.
Entonces comencé a contar. Cien personas por minuto. Repetí el entretenimiento del cálculo matemático varias veces. La media fue el centenar al minuto. Proyecté el resultado a todo el día. Es verdad aquello de que como entran salen y de que mientras unos llegan otros se marchan. Sin embargo, la sensación que me produjo aquel movimiento de personal fue la de pensar que el suelo que pisamos se podía empezar a hundir por exceso de peso. Mallorca es una isla, como Menorca, como Ibiza, como el resto del archipiélago en el que vivimos. Eso hace que estemos limitados. Mira que no me gusta poner límites ni establecer topes, pero todos los vasos tienen una medida que si la superas hace que el agua se desborde. Me pregunto cuál es el aforo de nuestra isla. ¿Alguien ha calculado cuántas personas cabemos en Mallorca?