Mi yo del pasado, el de los años ochenta, se presentó el otro día mientras le daba vueltas a un artículo sobre la reunión de la OTAN que se ha celebrado en Madrid. Lo primero que me soltó fue: «Ha sido una asamblea de la Asociación Nacional del Rifle». Y, conociendo como conozco a mi yo del pasado, doy por hecho que así, ‘Una asamblea de la Asociación Nacional del Rifle', hubiera titulado este escrito. Mi yo actual se contiene más con las metáforas y las analogías que aquel de los años ochenta, tan hiperbólico, incluso con las metáforas.
Pero, así y todo, me quedé pensando en eso que me soltó a bocajarro y, para evitar que en un descuido me suplantara a la hora de escribir el artículo sobre la reunión de la OTAN en Madrid, busqué otra idea que no le rechinara, que me sirviera como título y que pudiera justificar con el tiempo, al menos hasta que mi yo del futuro acudiera a pedirme cuentas. Fue cuando se me ocurrió que si a algo se parecía la reunión madrileña, era a una ceremonia de iniciación. España, o el Gobierno de España (representado por su presidente, Pedro Sánchez) han superado su iniciación. Ha sido un poco larga, justo es reconocerlo.
Empezó con aquella foto en sepia del abrazo entre Franco y Eisenhower que sirvió para zanjar los pactos de la entrega de las bases y continuó con la democracia. España se hacía mayor, entraba en la CEE, entraba también en la OTAN (pasó de entrada no a en interés de España, sí) y, en estos días, ha superado con creces todas las pruebas e, incluso, ha abierto las puertas a futuros socios, ha recibido halagos del ‘amigo americano', a quien se ha recibido con alegría, y se ha comprometido a aportar más dinero para la causa, que ahora se llama defensa y no guerra. Misión cumplida vamos. No sé que me dirá mi yo del pasado si alcanza a leer este texto de hoy. Pero lo intuyo: «Estás viejo».