La intervención de José Bogas, consejero delegado de Endesa, durante el VI Foro de El Económico de Ultima Hora, transcurría dentro de lo esperable tratándose de un auditorio en el cual había una ministra y la presidenta del Govern balear: congratulaciones por la evolución energética de las Islas, elogios, alguna broma y mucha cortesía. Salí de mi lógico letargo al creer escuchar que Endesa emitía siete millones de toneladas de CO2 anuales en las islas y apenas dos en la Península.
Incrédulo, al salir llamé a otro asistente para confirmar el dato. También lo había oído pero también pensaba que era un error. Bogas se refería a Canarias y Baleares, pero aún así, no podía ser que Endesa emitiera casi cuatro veces más CO2 en las islas que en la Península. No puede ser por lógica y porque he oído mil y una vez que somos región puntera en descarbonización. Además, aquí no hay grandes industrias contaminadoras.
Acudí entonces a las publicaciones oficiales sobre emisiones y ¡es verdad! Endesa emite dos millones de toneladas de CO2 por la producción de electricidad en Baleares, tantas como en toda la Península. Baleares y Canarias, sumadas, superan las siete millones anuales. Endesa es la única productora de energía en Baleares, pero no en la Península.
Observen: en Baleares, apenas el 6,8 por ciento de toda la energía eléctrica que se produce es renovable, mientras la Península está en el 48,4. O sea que ¡más del noventa por ciento de nuestra energía es contaminante! El Govern ha mejorado respecto de lo que heredó, pero aún preocupamos incluso al presidente de nuestra eléctrica. Normalmente, la producción de energía eléctrica es casi la cuarta parte de las emisiones de CO2. El resto es transporte, industria, agro, residuos, climatización del hogar, etcétera. Hoy sólo tenemos alternativas viables para descarbonizar ese veinticinco por ciento; del resto, hay que esperar hasta que se electrifique o que aparezca otra tecnología.
Es verdad que Baleares no puede hacer milagros porque no tiene ni energía hidráulica ni nuclear, lo que pone nuestra senda cuesta arriba, pero deberíamos tener energía eólica y fotovoltaica en serio.
Yo tenía alguna sospecha de este retraso porque en la Península vemos molinos por todo –algunos horrorosos– pero aquí no. Tampoco placas fotovoltaicas. Esto no cuadra: ¿cómo va a ser sostenible la energía con combustibles fósiles, sin molinos ni placas? Hemos cambiado carbón, fuel y gasoil por gas, pero seguimos contaminando.
La inexistencia de molinos y placas solares en Baleares se debe a decisiones políticas. En parte, esto se podría explicar por el impacto visual de los molinos. Pero o salvamos el planeta o mantenemos bonito el paisaje; las dos cosas a la vez no son posibles. En toda Baleares apenas hay cuatro molinos, literalmente, todos en Maó. ¿En ningún otro lugar del archipiélago se podían haber puesto otros? ¿Lo podemos urbanizar todo pero no puede haber molinos?
Curiosamente, la energía eólica en España se empezó a experimentar en Alfabia, Mallorca, en los ochenta. Hoy no hay problemas estéticos en tener un bosque de antenas de televisión, pero sí nos hieren los molinos. ¿Por qué ninguno de los veinte proyectos eólicos presentados entre 2000 y 2010 fue siquiera tomado en consideración? ¿Ni un municipio tenía espacio?
El asunto es mucho más grave con la energía fotovoltaica, que desde hace unos quince años es asequible y eficaz. Estas placas en Baleares tienen un rendimiento óptimo por su intensa exposición al sol. Sin embargo, apenas tenemos 214 megavatios instalados y necesitaríamos unos 5.000 para dejar de contaminar.
La hostilidad a las placas tiene su razón ideológica: la progresía no quiere que se instalen en suelo improductivo y sostiene una peregrina visión de las comunidades de vecinos poniendo placas en los tejados, lo cual es insuficiente. Encima, tiene que ser gestionado por empresas públicas, una de las cuales sería Emaya (¡no es capaz de limpiar Palma, para encargarle encima la gestión de la sostenibilidad!).
No sé si nos damos cuenta de dónde estamos: la izquierda nos vende un ecologismo inexistente, la derecha no está ni se la espera y, mientras tanto, la casa sin barrer. El problema es que ni siquiera sabemos la verdad, ahogados en slogans y charlatanería insostenible. El cambio climático es un asunto serio, en el que nos jugamos mucho, sobre el cual las mentiras sólo generan desconfianza. Cualquiera puede encontrar estos datos para, al menos, conocer la verdad y exigir a nuestros políticos seriedad y pragmatismo. Urge eliminar el marketing sin fundamento. O sea, los engaños.