Perjuicios de la pandemia los hemos tenido; aunque nadie todavía se ha atrevido a establecer el balance. El Gobierno ni siquiera es fiable en el número de fallecidos que reconoce. Ahora que ya nos hemos quitado la mascarilla, lo que significa de facto el fin de la pandemia, la pregunta que procede es: ¿Hemos tenido un proceder racional durante la crisis? Debiendo tener en cuenta, al respecto, que «La acción racional se distingue de la irracional porque la primera comporta sacrificios momentáneos, pero que son aparentes porque serán compensados por las consecuencias positivas que se derivarán. […] Mas, para obrar de este modo es necesario prever las consecuencias de la acción. Y es precisamente de esto de lo que se aprovecha el demagogo» (Ludwig von Mises).
Lo hemos aceptado todo sin protesta, de un gobierno que ha mentido hasta cuando se refería a un comité de expertos que decía le asesoraba en sus decisiones sanitarias, que resultó no haber existido. No habiéndose previsto las consecuencias ni psíquicas ni económicas de un confinamiento general anticonstitucional (de enfermos y sanos). Lo de confinar a los sanos no se había visto ni en la edad media. Pero lo insólito del caso es que prácticamente a nadie le importa ni la legalidad ni la constitucionalidad y lo más peligroso del caso es que el Gobierno lo sabe. Durante la pandemia escucharon mis oídos, como alguien que peroraba a un pequeño grupo, dijo, que …: «una buena multa les pondría a los jueces por haber revocado determinadas medidas sanitarias»… ¡Sin comentarios! En cuanto a derechos y libertades hemos perdido mucho; sobre todo porque el presidente Sánchez ya sabe que pasamos por lo que sea si se nos dice que es por ‘nuestro bien'…
En lo que sin embargo puede que hayamos, a la larga, ganado sea en la calidad de las relaciones paternofiliales, pues las circunstancias vividas han hecho que se haya recuperado una relativamente reciente jurisprudencia del Tribunal Supremo, que estableció la equiparación del maltrato psicológico y la ausencia de trato, con el maltrato físico. Lo que significa admitirlo como causa de desheredación y revocación de donaciones. Permitiéndose con ello desheredar (lo que implica privar incluso de la legítima) a los hijos que tuvieron abandonados a sus padres en la soledad del confinamiento y revocar donaciones por ingratitud. Lo que, sin duda, acerca el derecho a la ética.