Ni una semana sin polémica en Palma. La última, por las declaraciones de la organizadora de la Pride Week, una tal Kristin Hansen, que durante la presentación del evento dijo: «Vendrá a Palma gente de pueblo que no ha visto nunca a una lesbiana». Hansen, amiga de Sonia Vivas, responsable política del evento, ha provocado que hasta el partido por el cual la concejala fue elegida (Podemos) haya puesto el grito en el cielo. También Més per Mallorca, que incluso ha criticado la Prime Week, y el alcalde Hila, que tuvo que hacer un tuit contra estas declaraciones pese al riesgo de molestar a Vivas. El Ayuntamiento ha conseguido lo impensable. A pesar de tener una concejalía LGTBI, el gobierno municipal ha conseguido ponerse en contra a este colectivo. Basta leer al coordinador de Ben Amics, Jandrx Gómez, que en un tuit denunciaba: «Vergüenza que responsables municipales de PSOE Palma y Més per Palma den apoyo a este atropello de derechos sociales y de pérdida democrática de 40 años de lucha LGTBI con el beneplácito del alcalde Hila para, ni más ni menos, insultar a las personas LGTBI de la Part Forana».
No solo esto. Gómez añade, y de ahí el escándalo, que el Ayuntamiento financia a una entidad de dudosa representatividad y añade que Vivas lleva tres años sin hacer políticas LGTBI, que se inventa asociaciones y que miente en declaraciones públicas. Por el contrario, lo que Vivas persigue ahora, dice Gómez, es «financiar a una empresa que monte jarana para atraer a turistas que dejen pasta». Atención fiscales, que aquí puede haber algo que investigar, pero no pasará nada. Llueve sobre mojado en lo referente a Palma y a su gestión tras la peor legislatura de la historia.
Palma organiza el Orgullo Gay a capricho de Vivas y sus amigas, pero la ciudad hace tiempo que ha perdido su orgullo. Porque no es admisible que las palabras de Hansen hayan sido más criticadas por los partidos de gobierno que por la oposición sin que se tomen medidas políticas. Vivas debería ser destituida de forma fulminante por varias cosas: por su actitud prepotente, por insultar a los palmesanos y por organizar eventos para sus amigos y enfrentarse al colectivo de gais y lesbianas. Ni Vox lo hubiese hecho peor. Pero Hila cree que todo lo arregla con un tuit con tal de no crear demasiadas polémicas y no enturbiar su legislatura. Cuando en la próxima sea el jefe de la oposición se arrepentirá de no haber hecho nada contra Vivas y alguna concejala más; utilizan sus puestos para dar la nota sin pensar en las consecuencias políticas. No todo vale para seguir siendo alcalde, pero es que además nada cambiaría esta legislatura porque ningún partido se atrevería a negociar nada con Vivas. Más adelante también habría que pedirle responsabilidades a Jarabo, que fue el lince que fichó a la concejala.
Luego, la izquierda se escandaliza cuando Vox habla de desmontar chiringuitos, pero no parece que este tipo de actuaciones mejoren la imagen de cómo se utiliza el dinero público. Suena a risa hablar de modelo de ciudad cuando nos referimos a Palma. Con un gobierno que parece el camarote de los hermanos Marx, solo cabe hacerse una pregunta: ¿No hay nadie en Cort con un poco de sentido común para evitar todos estos shows? Y aún queda un año para seguir riendo.