La viruela del mono me ha retrotraído a principios de la década de los 80, a unos momentos en los que se asociaba directamente el VIH a los homosexuales, lo que supuso un auténtico estigma social para este colectivo, máxime cuando en aquella época la gran mayoría ocultaba su orientación sexual.
Años después, se comprobó que el Sida se transmitía exactamente igual en drogadictos y heterosexuales, porque el verdadero problema eran las prácticas de riesgo, pero el daño ya estaba hecho y la discriminación obligó a muchos a ocultar la enfermedad a familiares y amigos.
Hoy, cuatro décadas después, ocurre exactamente lo mismo con la viruela del mono, una enfermedad desconocida para la mayoría, y que, de nuevo, parece cebarse en los homosexuales, tal y como aseguran desde diversos ámbitos sanitarios, lo que demuestra que no hemos aprendido nada, porque con tan pocos datos es una temeridad realizar estas afirmaciones. Y lo peor es que cuando se conozca a fondo la enfermedad y su forma de transmisión, será muy tarde para reparar el daño causado.