Habrán oído que a veces la gente, preferentemente en la oscuridad de la noche, escucha una voz interior muy misteriosa, que ora le reprende severamente y le dice qué está bien y qué está mal, ora le incita a Dios sabe qué, ora le susurra mandatos para resolver ese problema o vengar una afrenta. Hay quien llama a eso la voz de la conciencia, o al revés, la del diablo que nos busca la perdición. O incluso la de ese capullo sabelotodo que todos llevamos dentro. Pero sea una cosa u otra, qué más da, la ventaja de los sordos es que no oímos nunca voces interiores, y si las oímos no entendemos nada. No es que yo fuese a hacerle caso a mi voz interior si la oyese, pero claro, si no la oyes te ahorras la murga, y ganas en tranquilidad de espíritu. La de desastres que suele provocar esa jodida voz interior («Algo me decía que…»), por si no tuviéramos bastante con las exteriores. «No quería hacerlo, pero escuché una voz interior…», se justifican los oyentes. Algunos, adiestrados por curas o psicólogos, incluso toman esos refunfuños íntimos por la voz de su alma, y cómo no vas a obedecer a tu alma.
Vale, pero luego no te quejes, diría yo. Que desde luego, jamás he oído voces interiores, generalmente muy tenues y farfulladas. ¿Por qué soy un desalmado? No, por sordo. Una ventaja extraordinaria. Me doy cuenta de la suerte que tengo cada vez que alguien me viene con la vaina de la voz interior, o lo leo en algún sitio. Me parece mentira que los oyentes oigan tanto, y escuchen nada menos que a su propia alma inmaterial; a veces no me lo creo. Y si eso no era una voz interior, les objeto, sino el puto móvil que tienes incrustado en la oreja.
Porque podría ser; conozco por triste experiencia las serias dificultades que tenemos los humanos para distinguir entre interior y exterior. Muchos están convencidos de que la realidad exterior es como el interior de su cabeza, o viceversa, y se hacen unos líos formidables. También con la vista. La visión interior, eso de ver hasta el fondo de las cosas. La belleza interior y tal. Tengo visiones, aseguran. Pruebe a alejarse de las pantallas, sugeriría yo. Por si las confusiones. Pero claro, es que yo nunca he oído ninguna voz interior.