El título es bueno pero, por desgracia, no me lo he inventado yo. Tal vez los más veteranos recuerden la movida, cuando en aquella década de los noventa, en la que todo era posible, un avispado emprendedor descubrió que existía una posibilidad de negocio mediante las subvenciones para la promoción del idioma catalán y decidió pedirlas para hacer con ellas cine para adultos.
¿Por qué no? El asunto, claramente, servía para sacar a pasear la lengua y difundirla (en todos los sentidos), así que el buen mozo se puso a rodar, a producir y a distribuir y cuando la autoridad competente se dio cuenta de en qué se habían utilizado los dineros solicitados, renegaron del asunto y dijeron que no, que ellos se desentendían del tema y que no querían saber nada de sinvergoncerías semejantes, mientras el insurrecto se dedicaba a hacer camisetas con el pegadizo eslogan y a reivindicar que él (ellos) querían sexo, sí, pero en catalán.
Y como digo, los políticos se desentendieron del asunto y lo enterraron bajo una alfombra por miedo al ridículo, igual que los políticos de ahora esquivan preguntas acerca de la calificación lingüística que poseen o dejan de poseer (y no de un partido ni otro, ojo, sino de todos los partidos), mientras obligan a los demás a pasar maquiavélicas pruebas donde a veces uno no puede evitar preguntarse de dónde se han sacado tal o cual cosa o por dónde se la van a meter. A ver si es que al final lo del sexe en català iba a ser eso.