Un sondeo realizado por un par de instituciones catalanas analiza las opiniones que tenemos unos españoles sobre otros. Y el resultado es un aprobado alto, sin animadversiones por la pertenencia a un lugar u otro. Claro que las respuestas no son homogéneas, reflejando que los andaluces y los gallegos son mejor valorados por los de otras regiones, dentro de un baremo sin grandes diferencias. Los valorados menos positivamente, a día de hoy, serían los catalanes, como secuela seguramente de la pulsión independentista que vive el Principado. Las consecuencias del estudio son en general moderadas y favorables, mostrando una razonable cohesión social y geográfica entre los españoles.
Lamentablemente, no tenemos encuestas extranjeras homologables con ésta para así establecer una comparación con los países próximos, pero no hay más que ver el antagonismo entre flamencos y valones en Bélgica, la opinión que manifiestan los franceses de provincias respecto a los parisinos o las diferencias de talante entre el norte y el sur de Italia para concluir que la unión de unos españoles con otros es más consistente, pese a sus diferentes orígenes geográficos.
En contraste con ello, donde se muestran mayores antagonismos es respecto a quienes profesan distintas opiniones políticas, llegando al extremo en la animadversión de los votantes de Unidas Podemos y Vox. En general, los ciudadanos de uno u otro signo se muestran más a gusto con quienes piensan como ellos y, por consiguiente, les dan las mejores valoraciones.
La conclusión provisional de este sondeo es que somos un país bien avenido pero cada vez más polarizado ideológicamente. O sea, que admitimos las diferencias originadas por la geografía pero no las del pensamiento, en las que somos más dogmáticos de lo razonable.