El ataque unilateral y sin provocación de Rusia contra Ucrania posiblemente ha sido la peor catástrofe occidental en mucho tiempo. Muchos, entre ellos Joe Biden, piensan que con la salida de Putin del poder estaría todo resuelto; pero no es posible inhibirse que una gran parte del población rusa le apoya porque comulga con sus mismos delirios adquiridos durante diez siglos. Pero no debemos olvidar que un fracaso en la ocupación podría provocar un cambio en la mentalidad de la población rusa. Putin llama nazis a los ucranianos, quizás como artimaña populista, ya que Rusia perdió mucha sangre para vencer al nazismo. Pero Putin también podría ser acusado de nazi, con la diferencia que no busca un nuevo orden mundial, sino un incremento de su Imperio.
Desprecia la moral occidental, a pesar de que él y sus apoyos tienen sus mayores bienes en Occidente. Hoy, Rusia es un país con grandes desigualdades y sus oligarcas, igual a la aristocracia presoviética, ostentan un desorbitado porcentaje de la riqueza total. La situación actual es peor que la Rusia soviética porque entonces al menos existía una cierta creación artística que ha quedado reducida a un amaneramiento inocuo. Acabe como acabe la guerra, es poco probable que Putin abandone el poder. Y es difícil que los que están en posición para echarlo lo hagan porque le necesitan. De acabar la guerra mal para Putin, si Occidente retrocediese sus sanciones él lo vería como una debilidad occidental más, convenciéndolo que estaba en el camino correcto.
El mayor problema de Putin es su falta de visión de futuro, que nace de una mentalidad que le impide ver más allá de su apetencias y quimeras personales. El sistema de Putin, como todo sistema autócrata, permite al pueblo participar de alguna manera de la corrupción; pero de seguir la decadencia económica hasta niveles insostenibles podría ocurrir que esa participación llegase a niveles insuficientes para motivar a la población a seguir apoyándole. Igual a como ocurrió con el fin de la URSS, que muchos dejaron de cumplir sus obligaciones personales por una exorbitante falta de estímulo. Causada porque el sistema ya era incapaz de provocar una motivación mínima a la población para que pudiese seguir creyendo en él.
Con Putin esto cambió radicalmente porque utilizó su poder para amedrentar con la perversión occidental que quería quitarles lo conseguido. De esta manera, él fue visto por el pueblo como su gran salvador que le protegía de un Occidente decadente y saqueador. Al acceder Putin al poder, Occidente actuó como el comerciante pícaro que atisba el gran negocio y abdica de todo pudor. Esto le permitió a Putin generar su sistema pérfido, porque vio claramente cómo Occidente también había caído en la trampa y que para poder comerciar haría la vista gorda y obviaría todas sus tropelías. Por esto vigiló tan minuciosamente el procés catalán y constató que Europa daba más valor a la integridad territorial que a la democracia y a la voluntad popular.
Esto le encorajinó a reconquistar Ucrania para hacer a Rusia más grande y más poderosa, ya que su objetivo último no era darle solamente mayor extensión, sino, sobre todo, mayor fortaleza. Pero en Ucrania está encontrando la horma de su zapato, porque constata cómo una población motivada tiene una fortaleza muy superior a una población inhibida; por mucha superioridad militar que ésta ostente. Y constata abrumadoramente cómo una práctica militar con falta total de principios no sólo motiva enormemente a la población agredida, sino que además incapacita de alguna manera a la población agresora.