Alguien dijo que nada en la vida debía darse por supuesto, que si tenías una duda la aclarases, que si sospechabas lo mejor que podía hacerse era preguntar, ya que suponer te hace inventar historias increíbles que solo envenenan el alma y suelen carecer de fundamento que las sostenga. Con el tiempo llegó alguien infinitamente más inteligente y, en vez de buscar evidencias negativas acerca del resto afanándose en encontrar pesquisas para desmontar a la persona, se dedicó a mejorar su actitud para no tener que lidiar con el misterio de la duda. Entonces decidió hacerlo todo lo mejor que pudo poniendo sus cinco sentidos. Infinitamente sorprendido empezó a recoger increíbles muestras de cariño de regreso que fue almacenando en su alma.
Sin saberlo empezó a subir escalones por encima de todas aquellas personas que se dedicaban a suponer y a crear historias imposibles acerca de seres a los que ni tan siquiera conocían o que no veían desde hacía un tiempo indefinido. En algunos seres, una gran mayoría, podría decirse que es tan limitada su inteligencia emocional que su imaginación queda varada en una ciénaga carente de la sabia evolución, indispensable e innegociable para el crecimiento personal. Es evidente que en una sociedad yerma y limitada es infinitamente más sencillo y cómodo suponer que no descubrir por medios propios. El escaparate de la masa suele adoctrinar a mentes limitadas y uniformadas para, entre todos, llegar a lo que ellos creen es un todo. Cuántas amistades, amores, cosas, cuántas conversaciones quedaron pendientes por suponer lo que en realidad no sucedió.
Efectivamente suponer envenena nuestra alma y ésta crece y se aisla creando un muro de contención tan alto que finalmente solo nos parapeta de la verdad. Es curioso cómo lo difícil se convierte en fácil cuando los tiempos no son los correspondientes y es que todo se se ve con otra óptica desde la lejanía. No hay frase más cierta que aquella que dictamina que una cosa es lo que pensamos y otra la realidad. La historia se repite en cada generación y seguimos dando por hechas las cosas porque suponemos que deben ser así, sin embargo, el que supone corre el riesgo de saber la verdad y a veces conocer la verdad podría llegar a dar un giro de 360 grados a tu vida. Es por ello que existen dos clases de personas en este mundo, las que harían lo imposible y lo harían posible y las que se conforman y sueltan las riendas a raíz de suposiciones envenenadas.