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Creer o no creer

| Palma |

La Virgen lo pidió expresamente en Portugal. En Fátima, pidió la consagración de Rusia a su inmaculado corazón. En 1917 lo pidió, antes de que tuviera lugar, ese mismo año, la revolución soviética. Tal consagración no se produjo, la revolución bolchevique partiría al mundo, y sobre todo a Europa, en dos. La II Guerra Mundial terminó gracias a la explosión, en Japón, de dos bombas atómicas cuyas consecuencias, todavía hoy, sufren los habitantes de Hiroshima y Nagasaki, víctimas del cáncer generalizado que sufre la población.

Muchos años antes se había pedido a Luis XIV la consagración de Francia, esta consagración no se produjo y sí se produjo la revolución en la que Luis XVI fue guillotinado dando paso a una horrenda sucesión de desastres. Pío XII sí consagró a la Iglesia y el papa Juan Pablo II, el 13 de mayo de mayo de 1981, día de la Virgen de Fátima sufrió un atentado sobre el que él mismo diría «una mano apretó el arma y otra Mano Maternal desvió la bala». Esa bala se encuentra hoy en la corona de la Virgen en Cova de Iría. El propio Papa peregrinó hasta allí para depositar el proyectil en su corona. Ocho años después, en 1989, el telón de acero se derrumbaría sin disparar un solo tiro. Gorbachov y el propio Juan Pablo II negociarían esa paz. El 25 de marzo de 2022, fiesta de la Anunciación, el papa Francisco ha consagrado a María, el mundo y, sobre todo, a Rusia y Ucrania.

Algunos pueden considerarlo un mero ritual porque la Fe, si no cambia los comportamientos, en efecto, no es nada. Se puede no tener Fe, no creer que la Virgen haya avisado nada porque, al fin, la Fe es algo que no se busca, se encuentra. Sin embargo, esa Fe, en forma de creencia, transforma la realidad. En el debate entre creer y no creer Rusia se convertirá y volverá la paz si le damos motivos los cristianos para regresar.

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