Los inversores se suelen desplazar en manadas jerarquizadas, como los bisontes, y aunque son criaturas gregarias, sólo se relacionan entre sí, con otros inversores y con nadie más por problemas de idioma. Sólo entienden el suyo propio. Aun así, se trata de la especie más importante de todas, la que gobierna el planeta por encima de políticos, militares y clérigos. El inversor es el que manda, queridos niños y niñas. Sólo hay una especie superior, el gran inversor. Mandan tanto que ni siquiera dan órdenes, puesto que tanto los gobiernos como los bancos y las instituciones internacionales se pasan la vida intentado adivinar qué quieren los inversores, y qué les gusta o no les gusta, a fin de obedecerles antes de que digan nada, y luego imponer su voluntad como inflexibles alguaciles.
Por qué ocurre así sería muy largo de explicar; digamos que se trata de una ley de la naturaleza, como el pez grande que se come al chico o el hielo del polo. Los inversores son un dechado de virtudes y sabiduría. Con un serio defecto. Son asustadizos, propensos al pánico. Y los grandes inversores, muy asustadizos. El peso de su colosal responsabilidad inversora les acobarda cada dos por tres al menor síntoma de peligro, les entra un tembleque, les acometen sudores fríos; algunos, de puro miedo, sufren mareos y vómitos. Se revuelcan por el suelo (el parqué) aullando de pavor. Esto exige una inmediata atención psicológica y duras medidas institucionales y gubernamentales, ya que si los inversores se asustan o incomodan, los gobiernos se derrumban y todo se va a la mierda. Y ahora es cuando os preguntaréis, queridos niños y niñas, cómo estos rumiantes han conseguido tanto poder siendo tan inestables y asustadizos.
Porque son muy listos (tienen un idioma propio), y han aprendido a utilizar su miedo como arma de destrucción masiva. Basta que un subalterno diga «el inversor está asustado», para que ese mensaje, de boca en boca, llegue a los banqueros y se eleve a altas instancias oficiales, y es oír que está asustado para que de inmediato se decreten ERE, ERTE y toda clase de medidas correctoras. Pavoroso. El mundo es de los cobardicas, pero sólo si son inversores.