Ignoro que conclusiones extraerán los especialistas en estos asuntos acerca de lo que puede ir aprendiendo Vladímir Putin en estas primeras semanas de guerra. Y ciertamente a los occidentales nos convendría averiguarlo, teniendo en cuenta que Putin saldrá reforzado del conflicto. Más de manejos que de acciones bélicas directas, el dirigente ruso se estaría formando con vistas a nuevas aventuras. Y todos los indicios confluyen en una opinión general: se podría decir que Putin ha sublimado el criterio y mecanismos de intervención, si de lo que se trata es de lograr una censura total que lleve a los periodistas independientes a abandonar su labor.
Apenas unos días después de la invasión de Ucrania, quedó restringido el acceso a las grandes plataformas sociales, lo que dejaba a los medios audiovisuales independientes sin medio alguno para informar acerca de lo que estaba ocurriendo. Bloqueados ya los soportes habituales. Unas jornadas después, el cuerpo ejecutivo federal ruso responsable del control y la supervisión de los medios, el Roskomnadzor, envió una carta a los responsables de las principales empresas periodísticas, advirtiéndoles de que su acceso a la información sería «limitado», en el caso de que no se eliminaran las que a su juicio eran «noticias falsas».
Desde entonces, ningún material se ha librado de la persecución, ya sean artículos de opinión, o simples manifestaciones de protesta. Putin «reina» en las redes sociales, al amparo de una fiscalía convenientemente aleccionada. La táctica es vieja, pero quizás a Putin le faltaba la experiencia que ahora está adquiriendo. Pobres rusos disconformes.