Mientras el presidente del Gobierno muestra semblante de preocupación por el incremento de los precios de los carburantes –qué gran actor han perdido las tablas–, a su ministra de Hacienda, María Jesús Montero, los ojos se le ponen como los del Tío Gilito, con el símbolo del dólar. Lo mismito sucede en Balears, nuestra Francina imposta cara de compungimiento y arremete contra el sistema de cálculo de los precios de la energía, instando a Madrid a que negocie ya con la Unión Europea. Como con Franco, la culpa siempre hay que buscarla fuera de nuestras fronteras. No hi ha temps que no torn. Pero Armengol bien calla que, cuanto más elevados sean los precios del gasoil y la gasolina mejor para las arcas públicas, pues la recaudación se dispara –también la autonómica–, lo cual es muy importante si uno pretende afrontar una campaña electoral en 2023 con holgura y repartiendo a diestro y siniestro. Rosario Sánchez va a poder satisfacer las demandas económicas de todos los chiringuitos de la cuerda ideológica del Pacte sin problemas, sobre todo ahora que la Oficina Anticorrupció ya está bajo control del Govern y se dedica a asuntos tan serios y que tanto preocupan a la ciudadanía como comprobar cuándo se vacunó cada quien, lo que le sirve al tiempo para justificar su existencia y para tener distraído al respetable.
Montero dice que no es el momento de hacer rebajas ‘en la fiscalidad', eufemismo que, traducido del lenguaje político, significa que el ‘gobierno de la gente' quiere seguir sacando tajada de la mansedumbre de las clases populares y medias y del silencio comprado de las grandes centrales sindicales, cuya vergüenza está en franca crisis, si es que alguien la ha visto alguna vez en alguna parte.
Y qué decir de Podemos, que ve ahora la ocasión de echar mano a los ‘ricos', es decir, al autónomo que necesita su furgoneta para trabajar, al empleado que percibe un kilometraje que ya no le cubre lo que gasta, al camionero protestón, y a todas esas clases pudientes que usamos el coche para desplazarnos, en lugar de ir a lomos de un borrico.
Sánchez ya ha prometido que en dos semanas descenderá el precio de los suministros energéticos. Lo que ya es seguro es que no va a renunciar ni a un céntimo de los impuestos que los gravan. Quizás piensa que lo de Ucrania estará liquidado o cercano a la consecución de un acuerdo o, simplemente, que prometer es la manera de tener al personal expectante, aplicando aquello tan mallorquín de qui dia passa, any empeny. De aquí al 29 ya se le ocurrirá alguna otra milonga que contarnos. Así lleva mandando desde hace seis años.
Rusia y Ucrania negocian un ‘acuerdo', es decir, la rendición de la segunda sin más carnicería a cambio de renunciar a pertenecer algún día a la OTAN y a la Unión Europea. El anciano Biden y los capitostes comunitarios de Bruselas podrán respirar tranquilos, porque además han conseguido dar una cierta imagen de unidad con solo repartir armas ligeras y munición a los ucranianos, víctimas propiciatorias de que todo vuelva a estar en su sitio. Y China ha logrado no desenmascarar demasiado sus planes para desbancar a EEUU con nuestra comercial connivencia. Me pregunto cuándo Europa comenzará a entender que es crucial recuperar su capacidad productiva.