Llevan los martirizados habitantes de Ucrania sufriendo bombardeos, muertes, exilios y destrucciones sin cuento causadas por la invasión de tropas rusas y ante esta tragedia llama la atención el silencio o la ambigüedad de las organizaciones de izquierdas-partidos y sindicatos. ¿Dónde está la izquierda española? ¿Dónde están aquellas manifestaciones multitudinarias de antaño en ocasión de otras guerras? Aquél «No a la guerra» masivo de cuando EEUU invadió Irak. Con este antecedente cuesta entender el silencio de la izquierda española tan sensible y activa frente a otros conflictos y tan callada ante la invasión rusa de Ucrania. Y todavía cuesta más entender la posición de las dirigentes de Podemos que han llegado a manifestarse bajo pancartas en las que se equiparaba al agresor, en este caso la Rusia de Vladímir Putin, con la OTAN, la organización militar de los países democráticos de Occidente de la que forma parte España. Tal parece como si el «viejo topo» hubiera despertado a los durmientes llamados en cada generación a repetir las consignas de antaño, de cuando en la guerra fría estaban destinadas a debilitar la confianza en la democracia y sus instituciones.
Putin parece que pretende rehacer el universo territorial que desapareció con el hundimiento de la Unión Soviética y en esa deriva geopolítica encuentra compañeros de viaje. O tontos útiles capaces de salir a la calle a pedir la disolución de la OTAN cuando el último parte de guerra daba cuenta del bombardeo de unas instalaciones militares ucranianas situadas a tan solo quince kilómetros de la frontera con Polonia.
Los restos del naufragio comunista disfrazados ahora de «eco pacifistas» –un sarcasmo– reclaman que la Unión Europea no preste ayuda militar a Ucrania, la prefieren inerme ante las tropas rusas invasoras. Y para detener los bombardeos, las destrucciones y las muertes ofrecen una fórmula qué tiene algo de esotérico: «diplomacia de precisión».