Diferentes portavoces oficiales del gobierno ruso aseguraron, durante meses, que su objetivo era conseguir que Ucrania no entrara en la OTAN y que fuera neutral. La respuesta de los occidentales comandados por Estados Unidos fue ignorar las advertencias de Moscú.
La reivindicación del Kremlin no era nueva. La realizó por primera vez Mijaíl Gorbachov en 1990. A la sazón, en plenas negociaciones sobre la reunificación alemana, advirtió que si bien aceptaba que la nueva Alemania unida entrara en la OTAN se trataba de una excepción y que de ninguna manera podían seguir el mismo camino occidental los países que se estaban desgajando de la URSS ni sus satélites que se liberaban. El mandatario ruso, muy debilitado, incluso confió al secretario de Estado de los Estados Unidos, James Baker, que no se trataba de una posición coyuntural sino que, lo que era mucho más preocupante para la paz en Europa oriental, cualquiera que le sucediera al frente de la estructura política rusa –fuera la que fuera ésta - pensaría de la misma forma porque para Rusia sería una afrenta insoportable.
Mientras se mantuvo en la Casa Blanca el republicano George H. W. Bush (1989-1993) no se alteró el statu quo. Nacieron repúblicas libres de la antigua URSS, se independizaron de su maligno yugo los países que habían caído bajo sus botas en 1945… y ninguno entró en la OTAN. Sin embargo, con la profunda crisis rusa de los años noventa, la administración demócrata de William J. Clinton (1993-2001) vio a partir de la segunda mitda de la década la posibilidad de iniciar, desarrollar y consolidar la expansión de sus intereses geoestratégicos en Europa oriental. Así, la OTAN empezó en 1999 su proceso de expansión (se había ampliado con otros países occidentales antes, como España, pero esto no preocupaban demasiado a Moscú) sin que hubiera otra respuesta rusa que no fuera la queja verbal. Hasta 2014.
Tras la rebelión popular en Ucrania que tumbó al gobierno pro ruso y la victoria de las fuerzas –incluido un partido neo nazi – pro occidentales aquel año, el nuevo poder pidió la entrada en la Unión Europea i la OTAN. Vladimir Putin, decidido a cambiar radicalmente la postura del Kremlin ante la expasión militar occidental y sintiéndose mucho más fuerte que años antes, ordenó teledirigir la guerra del Donbàs, de la que nacieron dos repúblicas satélite y se anexionó directamente Crimea. Luego, la petición ucraniana de entrada a la UE se congeló ante los déficits democráticos del país y lo de la expansión sin fin de la OTAN recibió un golpe muy duro en 2016. En efecto, con Donald Trump (2017-2021) en la Casa Blanca, si bien hubo una ampliación de la NATO al principio de su mandato –en 2017, previamente decidida -, impuso el paro de esa estrategia expansiva. Incluso ordenó disminuir el comercio de armas con Ucrania y tras él, como suele ocurrir, lo mismo hicieron otros gobiernos occidentales.
Con la caída de Trump y la nueva administración demócrata, de Joe Biden, de forma inmediata el nuevo poder ucraniano volvió a lo de antes de 2014. La petición de entrada a la UE y OTAN. A lo que los de Putin advirtieron que no lo permitirían. Así de claro, sin retórica diplomática. Por si alguien pensaba que iba de farol, ordenó al principio de 2021 el inicio de maniobras militares, todavía modestas, cerca de la frontera.
Occidente desdeñó la postura del Kremlin y siguió alimentando los deseos del gobierno ucraniano. La OTAN, siempre parte de la estrategia exterior de Estados Unidos, habló claro por boca de su secretario general, Jens Stoltenberg, el pasado 19 de febrero: «si Rusia no quiere más OTAN» en sus fronteras «tendrá más OTAN», dejando claro que el proceso de expansión no se pararía.
Putin, que había acumulado un enorme ejército en la frontera durante un año, ordenó la invasión, que se inció el 24 de febrero. Al día siguiente el president ucraniano ofrecía la neutralidad de su país como opción negociadora para parar la guerra. La misma petición hizo la semana pasada, de forma desesperada, ante la evidencia que los que le calentaban la cabeza le han dejado tirado y que el Kremlin no parará hasta conseguir su objetivo, consolidar el control oriental del país y la neutralidad. Nadie duda de que si hay una posibilidad de paz, ésta pasará por la neutralidad de Ucrania. Entonces, tantos miles de muertos, tanta destrucción… ¿para qué?
Sí, no hay la menor duda. La responsabilidad de la agresión es del Kremlin. Y ante un régimen así no hay mejor opción que armarse para disuadirlo de amenazarnos. Sin embargo, en el caso concreto de la invasión de Ucrania alguna responsabilidad deben tener también los que han jugado con fuego durante más de 30 años, hasta que ha saltado la chispa y se han asustado, no sea que se quemen.
Si algo hay que sacar en claro de tanta oscuridad e intereses ocultos, es que la Unión Europea debe armarse, mucho, conseguir crear un ejército único bien pertrechado para auto defendernos. Porque dejar nuestra defensa en manos de los Estados Unidos, como hasta ahora, puede llevarnos a situaciones de máximo riesgo, como la guerra de Ucrania. Los intereses geoestratégicos de Washington no tienen porqué siempre coincidir con los nuestros. Hay que aceptarlo y prepararse.