Para el militar prusiano Carl von Clausewitz, «la guerra es una continuación de las relaciones políticas por otros medios». Desde esa perspectiva, la piedad con las víctimas puede aliviar el dolor, pero no resuelve el conflicto, para eso habrá que sumergirse en las profundidades del contenido político de cada guerra y encontrar el camino que nos lleve hacia su resolución. En Irak vimos que es la propaganda de guerra como arma política: el monstruo amenazante, cargado de armas de destrucción masiva con el que se pretendía justificar la invasión, sencillamente, no existía. Contrastar la verdad oficial y hacernos preguntas es una necesidad que acompaña la ayuda humanitaria a las víctimas.
¿Qué salva más vidas, el esfuerzo para una salida negociada o el envío de armas? ¿La guerra empezó ahora o lleva ya ocho años activa? ¿Qué valor se da a las 14.000 víctimas del Donbás y al incumplimiento de los acuerdos de Minsk en el final de la Guerra Fría? ¿A dónde conduce cargar sobre Rusia toda la responsabilidad, como se hizo con Alemania tras la Primera Guerra Mundial? ¿Por qué no se impusieron sanciones a EEUU por la larga lista de países que ha bombardeado ni sobre Arabia que lleva años bombardeando Yemen? ¿Por qué se recibe a palos a las víctimas de otros conflictos?
Más allá de lo aparente, ¿qué se está jugando realmente en esta guerra? Quienes deseamos la paz tendremos que buscar las respuestas desafiando la verdad oficial y a pesar de la censura sobre quien se atreva a pensar por sí mismo y no la siga ciegamente.