La ‘Ucrania' del Partido Popular puede tomarse como una oportunidad de quitarse de encima un líder débil, insustancial con el que hubiera sido difícil ganar unas elecciones, que sin ella, no hubiera sido posible. Puede aprovechar la catarsis interna para levantar el ánimo a los suyos, relanzar el partido y recuperar el voto perdido.
Hay cuestiones que le resultará imprescindible afrontar. En el transcurso de su viaje hacia el centro, Casado desencajó el partido de su marco natural. Por un lado, romper los puentes con Vox y tachar de cobarde a Abascal fue un exceso. Sabía que nunca podría ser presidente sin su apoyo y que en varias comunidades gobierna el PP gracias a esa formación. Por otro, si el PSOE fuera un partido socialdemócrata, como otrora, la aproximación hubiera sido más corta y fácil. Pero el socialismo de hoy se sitúa en la zona moderada de la extrema izquierda y Casado tuvo que hacer un camino muy largo y peligroso para darle la mano a Sánchez mientras dejaba un vacío a su derecha. En consecuencia, dejó de defender causas que la idea liberal que sustenta al partido exigía. Por ejemplo, la ley de memoria histórica y la de violencia de género que son, más que leyes, estructuras del pensamiento único que impone la tóxica disciplina progresista.
También deberá desterrar ese complejo de inferioridad por el que la derecha huye a un supuesto centro para escapar de la proscripción dictada por la izquierda, pese a que el liberalismo es la ideología que más bienestar ha dado a la humanidad. Un simple examen de la historia contemporánea acredita este aserto. Sin embargo, los militantes del PP han de soportar que se les califique desde la izquierda y sus terminales mediáticas de fascistas aquejados de diversas taras morales, que merecen ser excluidos de la escena pública.
Hoy, todos los partidos coinciden en defender el Estado del bienestar, los derechos humanos, la igualdad de oportunidades y la protección de los necesitados. Pero la izquierda y la derecha se diferencian principalmente por el tamaño del Estado y su grado de intervención en los asuntos privados. No es la menor de las tareas a las que se enfrentará Feijóo reivindicar la vigencia de las ideas y los valores de la derecha.