Buceo por las redes y observo infinitos comentarios de apoyo a Isabel Díaz Ayuso. El apoyo a alguien que no ha sido condenado me parece bien. Todos nos vamos formando una opinión de cualquier lance que ataña a nuestros intereses en base a nuestros gustos, simpatías e historia personal. Antes de que la Justicia pudiera decirnos algo adverso justo es otorgarle al menos el beneficio de la duda. Ahora bien, suena un poco incongruente que no se critique, aunque sea con cierta blandura, que un familiar de Ayuso negociase contratos y comisiones en un momento crucial de la pandemia.
Se parte de un concepto erróneo a mi modo de ver, defender como un hincha cuestiones que deberían analizarse con lupa antes de emitir una opinión. Da la impresión que una parte de los españoles acepta la no transparencia política hasta el fin y más allá, e, incluso, argumenta como modo defensa: y tú más, en claras alusiones a los Eres de Andalucía. Parece no haber vacuna contra el virus que impide el autoexamen. ¿No había más personal entre tantos profesionales que presupongo hay en toda España que Tomás Ayuso y su amigo de juventud del pueblo?
Con el tiempo todo sale a la luz creando una enorme suspicacia. Se confunden los partidos políticos con equipos de fútbol y sus votantes los hinchas de los mismos. La política condiciona nuestra existencia y jodidamente dependemos de ella, nos influye directa o indirectamente en nuestro quehacer diario, aunque reneguemos de ella y maldigamos a toda la ralea política y presumamos de anarquía. Tendríamos que mostrarnos como ciudadanos y no como jueces. Aguardar a que se definan los que realmente deben hacerlo porque al fin y al cabo será la única opinión válida en todo este entuerto.