En abril de 2003, desgarrado de dolor, el excoordinador general de Izquierda Unida, Julio Anguita, dirigiéndose a todos a los asistentes a un acto en el Teatro Federico García Lorca de Getafe (Madrid), dijo una frase con la que hoy nos sentimos profundamente identificados: «Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».
Su hijo, el periodista Julio Anguita Parrado, acababa de morir en Bagdad por un misil iraquí. Hoy, 19 años después, otros canallas nos han metido en una nueva guerra, la que se libra entre Rusia y Ucrania. Y mientras la zona se desangra y las condenas se suceden, Baleares se prepara para sufrir las consecuencias de la contienda, porque, no nos engañemos, este conflicto nos va a afectar gravemente, lastrando la recuperación económica, incrementando los precios de los productos básicos, disparando el coste de los combustibles y provocando una subida en cascada que afectará a todos los sectores, reduciendo el poder adquisitivo.
Pero lo más duro es que en la vieja Europa la sangre vuelve a ser derramada. ¡Malditos!