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La parada (televisiva) de los monstruos

| Palma |

Leía hace pocos días en prensa nacional un reportaje en el que recordaban las antiguas barracas de feria donde se exhibía a humanos grotescos, deformes y lisiados para regocijo del público, y celebraban que tan bárbaros espectáculos hayan desaparecido. Se equivocaba el autor, pues estos espectáculos están más vivos y exitosos que nunca. En la parrilla televisiva de madrugada podemos encontrar, entre otros, ‘Mi vida con 300 kilos', ‘Cuerpos embarazosos', ‘La doctora Lee', ‘Sucedió en urgencias' o ‘Diagnósticos extraordinarios'; es decir, la parada de los monstruos, el freak-show, programas que ofrecen –algunos durante toda la noche– un muestrario indecente y humillante de tumores y quistes, miembros deformes, pus, parásitos y verrugas, y que resulten lo más asquerosos y desagradables posible, algunos peores que los del mismo Joseph Merrick, el famoso ‘hombre elefante'.

Pero no estamos en el siglo XIX, sino en el XXI, por lo que la inconveniencia de tales espectáculos debería ser manifiesta. Además, ya no son unos pocos cientos los espectadores en una caseta de pueblo, sino millones en todo el mundo desde el anonimato de sus hogares. No hemos mejorado moralmente sino, al menos en este caso, empeorado. Se exhibe en pantalla, cómo no, a los más pobres, a quienes no tienen posibilidad de acudir a un médico y tienen como única opción exhibir sus desgracias a media humanidad a cambio de un tratamiento. La mayoría de los enfermos son estadounidenses, donde la carencia de seguro médico proporciona una cosecha casi inacabable de candidatos.

Cuando el empresario del freak-show televisivo no encuentra suficientes deformidades, o no lo bastante repugnantes, no duda en acudir a la India, a Sudamérica o a cualquier otro lugar empobrecido en busca de carne fresca, o más bien, preferiblemente, un poco podrida. Ni pudor ni respeto, sólo negocio morboso en un mundo capitalista y globalizado que lo mercantiliza todo, incluidos el dolor y vergüenza ajenos. Lo de la reflexión sobre la dignidad e integridad de las personas, el derecho a la intimidad y la propia imagen, los Derechos Humanos, la necesidad y conveniencia de servicios públicos de salud, y sobre el tipo de personas que producen y ven estos programas ya se lo dejo a ustedes, que a mí se me acaba el espacio.

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