Alguien dijo que había personas auténticas porque, en verdad, su apariencia y porte así lo atestiguaban. Sin embargo, alguien fue consciente de que un reducido número de personas eran capaces de perderlo todo precisamente por pensar en voz alta y saber que, mostrando su verdadera cara, sin saberlo, les catapultaba a la autenticidad del todo. Solo así se fraguó la sentencia de que, para ganar hay que antes haberlo perdido todo. ¿Qué nos sucede hoy en día?
La respuesta es muy fácil, la gente se conforma aún y, no siendo felices con su situación, simplemente por el gusto de evitar problemas y por ende responsabilidades y es que hay una diferencia abismal entre el querer ser y aparentar y en verdad ser. Hay veces en las cuales ciertas personas no nos caen bien y, en el fondo, es porque no nos molestamos en conocerlas y adivinar que tienen un pasado y circunstancias que les han hecho ser así. Otras nos inspiran ternura con su mera presencia y es que todas, al final, nos recuerdan y remiten a nuestra propia persona.
Todos tenemos infinidad de capítulos sin resolver, damos palos de ciego tratando de demostrar que vivimos en un mundo de felicidad sin precedentes como si nada de lo que nos sucediese fuera relevante. Hoy creo, sin ambages, que hay cosas que no deberían cambiar, a pesar del paso del tiempo y de las modas, lo auténtico no necesita de demostraciones absurdas y poco convincentes, como todo lo que es real, para el resto les queda siempre una campaña de publicidad donde se hacen grandes esfuerzos para convencer al resto de lo inexistente. Sí, hay cosas que no deberían cambiar, porque al hacerlo se estropean y nunca vuelven a ser lo que un día fueron.
Les sucede a establecimientos de antaño y de siempre que, cuando deciden renovar su imagen, dejan de tener la magia que un día se clavó en nuestras retinas como si de una diana se tratase. Algo semejante les ocurre a grupos de música que se separan para emprender su carrera en solitario, ya que pocos llegan a tener la repercusión que tuvieron y es que la ambición suele romper el saco. Tal vez todos deberíamos ser aquellos seres auténticos que querríamos hallar en el resto en un mundo donde la autenticidad está infravalorada. Como siempre solo depende de uno y de ese paso que tanto nos cuesta dar y que tan lejos podría llevarnos hasta el punto de conseguir aquello que más queremos.