Probablemente ya debo haber hablado del asunto otras veces, incluso con frecuencia, porque si hasta el siglo pasado aún disponíamos de diversos asuntos y temas de discusión, en la actualidad, y entendiendo por actualidad las últimas décadas, sólo nos queda uno. El asunto propiamente dicho, es decir, el dinero. Se hable de lo que se hable, política, cultura, sentimientos, lo que sea, se habla siempre de dinero, y al fondo de todos los argumentos morales o científicos, se escucha un tintineo de monedas. O criptomonedas, más actuales aunque no más crípticas.
Si no se escucha, es que ese razonamiento, filosóficamente impecable, es irracional por falta de dinero. Hasta un soneto amoroso debe consignar en verso aparte la dotación presupuestaria, así como balance de pérdidas y ganancias futuras, pues de lo contrario todas las rimas estallarán como pompas de jabón. «Vale, te dirán, pero ahora hablemos del asunto». Se nota que un asunto es ya el único asunto a debatir, como lo fue Dios durante siglos, en que ni se menciona. Como cuando alguien está sin trabajo, o muy enfermo, o seriamente enamorado, y los amigos le preguntan pudorosamente cómo está su asunto. Qué asunto va a ser. Yo he tenido temporadas así, con un asunto dominante, y siempre contestaba «Bien, bien…». Porque del asunto mejor no hablar. Y menos ahora, que el único asunto global es el dinero.
O criptodinero, pues incluso cuando no se menciona se sobreentiende. Basta ver cómo la patronal, que se avino a pactar la reforma laboral, de ningún modo acepta la subida del salario mínimo (SMI). Y eso que apenas son 35 euros más. Al mes. Pues que no, que no y que no es el momento. Nuestra derecha todavía se encabrita más, y vuelve a profetizar la ruina de España, el desastre económico y el fin del mundo. ¡Por 35 euros! Criptoeuros, habría que decir, por lo crípticos y misteriosos que pueden ser. Así que ya ven cómo está el asunto. Si ahora alguien inventase, qué se yo, el teorema de Pitágoras, seguro que le preguntarían por el asunto, y cuánto nos costará aplicar eso. Y del asunto qué, dirían. Y pensar que hasta no hace mucho aún era de mala educación hablar del asunto. Y qué asunto va a ser. Pues el asunto.