Es de chiste malo que el presidente de Méjico, descendiente de españoles, exija que el Gobierno de España pida perdón a su país por haberlo conquistado. Eso de tener que pedir perdón por lo que hicieron nuestros antepasados me parece una estupidez. ¿Cómo es posible que los que en aquellos lejanos tiempos de la conquista ni siquiera habíamos nacido, tengamos que pedir perdón por lo que otros hicieron? Obrador debería empezar pidiendo perdón a los auténticos nativos por lo que les hicieron sus propios antepasados que llegaron con los españoles. El caso es que, en último término, ni los errores ni los delitos, quitando los aparatos políticos y militares de los fascismos y los comunismos (son lo mismo), son jamás institucionales, sino que los cometen personas –tengan grandes cargos o no– con nombre y apellidos, y es a esos a los que hay que investigar y juzgar.
No se puede masificar la acusación de culpabilidad porque, aunque en la masa solo haya un inocente, se cometerá una injusticia. Sánchez no debe pedir perdón a Méjico ni a nadie porque, sencillamente, él entonces no estaba ahí ni decidió nada de lo que se hizo. Se ha puesto de moda un revisionismo histórico infantil, simplista e injusto –de indios y vaqueros, de buenos y malos–, que se ha olvidado de que la moral –los hechos de cada uno– es el fruto de la libertad individualidad. Cada uno decide qué debe hacer o no en cada momento de su vida.
El papa Francisco pidió perdón por los pederastas en la Iglesia. La verdad es que el tema da escalofríos y creo que debe de ser investigado y que tanto los pederastas como los que les han encubierto en su delito deben ser juzgados, cargar con las consecuencias penales y pedir perdón, pero solo estos: los culpables. No la Iglesia. Lo cierto es que, viendo la vergonzosa historia de la humanidad, llena de guerras, uno, si no es un simple, se da cuenta de que, de hecho, si nos cargásemos con las culpas de nuestros antepasados, estaríamos todo el día pidiéndonos perdón. Lo del revisionismo y las culpas debe ser serio y objetivo, pero, sobre todo, debe ser justo y no exigir el perdón a los que nada malo han hecho.