El 4 de febrero de 1922 se publicó el primer número de una revista que sin duda constituye uno de los más claros ejemplos de ese ‘periodismo blando' que, bien mirado, como tocar el violín es algo que no molesta a nadie. Selecciones. Reader's Digest», fundada en el Greenwich Village neoyorquino por el matrimonio DeWitt y Lila Wallace cultivó, y en algún sentido sigue haciéndolo, una versión edulcorada del ‘sueño americano' en un mundo de hoy que digiere mal las ingenuidades.
Pese a ello se le sigue considerando la revista más leída, respondiendo a una fórmula que condensa artículos rebosantes de ‘valores', lo que con el tiempo hizo posible que surgieran ediciones en buen número de países. Lo de los ‘valores' ya se sabe. El Reader's Digest llega a España en 1952, y muchos quieren ver en ello una especie de muestra de apertura de un régimen franquista cercado por el boicot diplomático. Su primer director fue Fernando Sánchez Juliá, y contó entre otros colaboradores con Leopoldo Panero, Julio Casares, o Luis Rosales. Por razones de la que no estoy del todo seguro, la revista se recibía infaliblemente en casa de mi padre, sin mediar suscripción u otro tipo de acuerdo.
Alguien me dijo una vez que a los médicos se les enviaba gratuitamente como una forma de promoción. Sea como fuere, durante mi primera infancia encontré en el Reader's Digest no la despensa de ‘valores' que encerraba, sino la reproducción en cada número de una obra, más o menos resumida, de algún clásico universal. Así, Dickens, o Fenimore Cooper, a los que el inicial roce mutilado me llevó a leer ya más en serio. Reconozco que el centenario de la revista me ha sonado a una detención en el calendario.