Analicemos el producto más caro, con menor productividad. La política no es una industria productiva, pensemos entonces que es de Servicios. Vamos a huir de la fantasía hipócrita de que es para servir al pueblo. España es uno de los países que no publica las cifras oficiales de los políticos que cobran, pero se sabe que son alrededor de ochenta mil. Sumando los célebres asesores se acercan a los cien mil. Esto son los que se consideran ejecutivos y por tanto hay que sumar, según el Ministerio de Función Pública, la escandalosa cifra de 2.710.405 de funcionarios. No comparen lo que cuesta esta empresa comparándola con cualquier multinacional. Si lo hacen pueden sufrir una crisis hipertensiva. Analicemos lo que hace el consejo de administración, con el presidente Sánchez a la cabeza. Un cretino al que llaman ministro de Consumo que ataca las empresas que él dirige, olvidando que su función debería ser, si algunas de estas empresas incumple la normativa, denunciarla a los tribunales, sancionarla y generar legislación que impide lo que él considera nocivo para los españoles. Una ministra de Igualdad que lucha para que todos nos igualemos a su magna estupidez. Sólo se la conoce por destrozar la gramática creando neologismos de consulta psiquiátrica para todos/as/es. Y así sucesivamente, con las ocurrencias sobre pensiones, reforma laboral, Sanidad en quiebra, etc. Educación que iguala un suspenso a un aprobado. Extrapolen esto a Europa y se sumirán en una profunda depresión. Son incapaces de resolver por vía diplomática el terrible problema de Ucrania o resolver la crisis energética. Increíble, pero cierto.
Industria política
Miquel Munar | Palma |