El Govern balear ha anunciado que los trabajadores de las empresas subcontratadas para producir los informativos de IB3 se incorporarán a la nómina del sector público. Aduce dos razones para ello: los salarios y la inestabilidad laboral. A mi juicio, tiene razón: el Govern, este y todos los anteriores, determina los salarios de los trabajadores y, además, usa a las empresas intermediarias como escudo para despedir a aquellos que ideológicamente no les van bien. La prueba de lo primero es que los trabajadores exigen los aumentos al ente y no a las concesionarias; para lo segundo, baste ver la lista de trabajadores brillantes que han sido cesados sin razón alguna. Todo el mundo sabe que las empresas intermediarias de IB3 no mandan en su plantilla, ni siquiera en los detalles. Nada nuevo: ocurre desde el primer día, aquí y en la China. Esta es hoy la única fórmula para proteger al ente de toda crítica al gobierno.
O sea que el Govern tiene razón: la situación de los trabajadores es inadmisible, pero el culpable es precisamente el Govern. Este y los anteriores. De manera que ahora el pirómano se mete a bombero.
IB3, que ha creado una plantilla propia con algún profesional valioso que tapa un ejército de enchufados inservibles, ahora nos va a demostrar cómo controlar las oposiciones para que no entre nadie sin el aval de los partidos gobernantes. Ha pasado y pasa en todas las televisiones públicas de España y no íbamos a ser la excepción nosotros. ¡Justo nosotros! Pronto conoceremos cómo los tres partidos que nos cogobiernan arreglan su reparto de plantilla, si es que alguien nos lo cuenta.
Los actuales periodistas de IB3, aunque dudan de qué va a pasar con ellos, están contentos: es el sueño de la nómina pública. Entrar en el ente es un seguro de empleo para toda la vida, con un salario que, si son listos, llegará a ser estratosférico. Es como entrar en TVE, como ser funcionario, como ser profesor. A partir de tener la plaza, en el mejor de los casos habrá que ir, dejarse ver, que ya es mucho tal como está la función pública. No harán de periodista –tampoco lo hacen ahora– pero al menos cobrarán.
Los costes de IB3 inevitablemente se dispararán y no me refiero a los diez mil euros anuales que ya se han admitido. Es un tema a medio plazo: hoy, los periodistas de la empresa privada concesionaria saben que han de alabar al gobierno, da igual cuál. Eso es todo. Aunque cambie, aunque haga disparates. Si no, a sufrir la inestabilidad que el Govern quiere erradicar pero que ejercita sin piedad.
Si son funcionarios, en cambio, no se tienen por qué humillar. ¿Dirigirá la izquierda IB3 con una plantilla de forofos del Partido Popular o al revés? Jamás. Como esta gente ya no será despedible, y como no van a ser tan flexibles como lo eran en la empresa privada, si un día la derecha llega al poder –cosa bastante dudosa– habrá que contratar un segundo equipo. Nos dirán que «hay que reforzar la plantilla» o cualquier otra bobada, pero al final, como en TVE, tendremos dos plantillas, segmentadas como el parlamento, con sus fidelidades y etiquetas. Cuando gobiernan unos, sus perros falderos dirigirán los telediarios y la programación, mientras los otros harán pasillos, serán democráticos y plurales, y pondrán palos en las ruedas; cuando cambien las tornas, igual, pero al revés.
No todo el encarecimiento vendrá de duplicar la plantilla. También estará la sindicalización. Los trabajadores de IB3 seguramente habrán aprendido, aunque no sea más que de ver a los médicos, los profesores, los conductores de la EMT o los basureros de Emaya, qué enorme es el poder que tienen en sus manos con sólo sugerir la convocatoria de una huelga en plena campaña electoral. Es un arma atómica que demuestra la verdadera sensibilidad social que tienen nuestros políticos con el dinero ajeno. De manera que ya pueden ir haciéndose a la idea de cómo en dos o tres legislaturas sus salarios, horarios, libranzas y hasta la edad de jubilación mejorarán espectacularmente. Será una curva exactamente en sentido inverso a la de la audiencia, si es que esta aún puede bajar más.
Y habrá otro cambio nefasto: los periodistas, incluso y sobre todo los que no trabajan en IB3, los que aspiran a un día tener una plaza en propiedad, sabrán que la independencia profesional jamás será premiada en los concursos del ente: habrá que entrenarse en ser perro faldero. Hace años que nadie habla de las tropelías en IB3, y menos ocurrirá en el futuro. Sólo hablaremos de esto los que no nos jugamos nada. La verdad, tampoco es que esto le importe a nadie.