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Usufructo del diablo

| Palma |

Me da la impresión de que hay más antifranquistas ahora que cuando el dictador vivía. Mientras vivió Franco, mi familia estuvo contra su régimen. Aunque poco se podía hacer efectivamente si no se quería estar bajo el control del PC. Fue una actitud más voluntarista que efectiva; en la que, sin embargo, muchos de los que ahora se expresan con gran vehemencia contra el dictador (momificado ya), ni siquiera participaron. Ser antifranquista ahora es fácil y nada arriesgado. Al revés: está bien visto y es políticamente correcto. Aunque nada heroico. Entonces era otra cosa… Uno de mis abuelos estuvo largos años preso, entre el buque prisión Jaime I, la improvisada cárcel de Can Mir y la Provincial. Causa: rebelión militar. Habrá que entender de quienes le condenaron… Pues, lo que se dice rebelarse, no se había rebelado contra nadie… Aunque ya se sabe: lo primero que subvierte la revolución es el lenguaje. Se le conmutó la pena capital por la de treinta años de reclusión.

El otro abuelo anduvo perseguido monte a través, por esos mundos... Iba a decir de Dios, pero evidentemente no lo eran; más bien eran usufructo del diablo. Escapándose de la muerte en una persecución de película, cuya última etapa pudo haber sido la tapia de un cementerio o la cuneta de un camino. Mi padre también tiene su historia… Todos ellos fueron, obviamente, antifranquistas, que al referirme sus peripecias me arrastraron a su lado. Es entendible. Escuchamos juntos durante muchas veladas la ‘Radio España independiente, estación pirenaica’. Que se autoproclamaba, con razón, «La única emisora española sin la censura de Franco». Que, a pesar del nombre: ‘La pirenaica’, emitió en un principio desde Moscú, después desde Ufá en Baskortostán y finalmente desde Bucarest. Su autodefinición de ‘independiente’ ocultaba que, en realidad, se trataba de un instrumento de propaganda del partido comunista.

La muerte del dictador, ocurrida el 20-N de 1975 en su cama, fue un hito no por esperado de menos impacto. Ante su capilla ardiente se formó una larga cola para verle corpore insepulto; algunos le despedían con el saludo romano; bastantes lloraban; y otros fueron a verle para cerciorarse de que estaba bien muerto. (Fueron más de medio millón). Tres años más tarde se votó la Constitución que borraba aquel régimen. Hasta ahí duró mi antifranquismo. Otros, sin embargo, quieren reescribir sobre el borrado y modificar el pasado, para poder así ganar una guerra que sus causahabientes perdieron hace más de ochenta años.

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