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Carne de cañón

| Palma |

Quizás a la hora que estas líneas vean la luz yo ya seré positivo de COVID-19 gracias a la gentileza de las autoridades. No se trata de una gratuita exageración sino una posible consecuencia de las medidas implantadas por el Govern: solicitar el certificado COVID en las puertas de los cines.

Puede que realmente se trate de un complot contra mi persona porque mis libros los han considerado antiliteratura o mis columnas les parecen de una bajeza sin parangón (estoy completamente de acuerdo en ambas circunstancias) o, tal vez, porque las últimas películas de estreno en el cine se les han indigestado, el caso es que desde que implantaron dicha medida el personal está sobre expuesto al coronavirus. La aplicación móvil para escanear los certificados COVID es, seré lo más explícito posible, una mierda; con algunos clientes estás más de un minuto entero para leer un simple código con que la gente se te echa encima sin distancia de seguridad, te rodea, te toca, te palpa y te echa el aliento a la cara. Por si las autoridades lo desconocen, que no los veo muy duchos en lo que a cultura se refiere, las películas están marcadas por unos horarios determinados con que se requiere fluidez en la puerta.

Muchos clientes realizarán una previa parada en el bar para avituallarse de palomitas, porque, ¿qué es un cine sin palomitas? Dos empleados, en ocasiones tres, quedamos estáticos en la puerta y aun así persiste el embozo. Habría que denunciar a las autoridades por no permitirnos realizar correctamente las funciones por las que fuimos contratados. Cada dos por tres nos recolocamos la mascarilla, nos embadurnamos las manos con gel y calibramos sobre la probabilidad de que nos hayamos contagiado ante la avalancha de gente. ¿Acaso no es irónico acudir a trabajar a contagiarse un poquito?

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