Una persona amiga, ya entrada en años, y con una gran sabiduría en el corazón, el otro día, me brindó esta ingeniosa frase: «La vejez es como una cuenta bancaria… Uno extrae lo que ha depositado en ella».
Si llegamos con lucidez a la ancianidad, poseemos un tesoro de conocimientos y experiencias que podemos y debemos repartir con generosidad a los más jóvenes.
La plenitud de la vejez se debe repartir. Es un tesoro que no podemos malgastar. Debe ser útil a los demás.
La vejez no es vaciedad, sino plenitud que debe llegar a las personas jóvenes y maduras.
Lo triste es una vejez vacía que no posee nada para repartir.
Vivamos profundamente nuestra vida, y al llegar a la vejez, podremos repartir el tesoro que hayamos acumulado. Será como una abultada cuenta bancaria de la que podremos extraer lo que en ella hayamos depositado.