Alguien, muy sabiamente, dijo que siempre tenemos prisa y sin embargo llegamos tarde. Puede que la culpa de ello, odio la palabra culpa, sea esa maldita manía que tenemos de dar las cosas por asentadas que traen como consecuencia el no detenernos a ver cómo se crea, incluso lo más nimio que nos rodea, es decir, por norma, lo más valioso. Dar por hecho todo lo que nos rodea es, sin duda, nuestra mayor condena. Sí, quedan únicamente unos días para que sea Navidad, momento por excelencia del súmmum supuesto de lo más parecido a lo que podríamos llamar felicidad. Un halo de nostalgia que suele atraparnos al acercarse fechas significativas y contundentes como esta me llevó hasta ese viejo bar anclado en el pasado.
Apenas había gente en su interior pero una mirada en derredor me devolvió ese abrazó anhelado y me transportó a un «todos los tiempos presentes se hallan en este espacio». Sonaba Última vez, de María M. Gutiérrez Jaramillo. El momento se detuvo y una conjugación del doloroso ayer, siempre duele, no puedes regresar a revivir o a enmendar el pasado, el incierto hoy, momento por excelencia para equivocarte o, con suerte acertar lo que desconocemos y la esperanza del mañana, donde todo está escrito y sin embargo puede ser reescrito o derrumbarse todo en un instante, se postraron ante mí. Todos estaban allí danzando al unísono con infinidad de cosas pendientes de ser dichas entre ellos. Los tres parecían transmitir a los allí presentes una inefable sensación de posibilidad, atrevimiento y, puede que una misteriosa valentía que transformó toda aquella pesadumbre prefestiva en un guiño a ese especie de eterno presente donde todo se cruza, comprende y se perdona, es Navidad.
De pronto fui consciente de que hay cosas que jamás deberían cambiar, a veces lo hacen y pierden su esencia, no son conscientes de que lo eterno, lo de siempre, es lo que termina por rescatarnos de todo adverso paraje, porque nos aporta calor, visión, recuerdos y, efectivamente la sabiduría que te aporta aquella apabullante seguridad de que la palabra Última vez, es para todo aquel que sueña, valora, sufre en silencio y ama todo lo que le rodea, sinónimo de muchas nuevas primeras veces porque lo último que se estila, ¿lo sabían?, es pensar en todas las nuevas posibilidades que les esperan antes de esa supuesta última vez si realmente las desean con el alma.