En el fondo, la versatilidad, cuando no contradicción, de los comunicados emitidos desde Bruselas, y lo premeditadamente difuso de muchas de las normas dictadas, se convierten en una bendición para quienes tienen en algún grado la obligación de guardar atención a todo ello. Un Consejo Europeo pronunciándose a las claras, sin más, y por añadidura, consecuente, resultaría toda una sorpresa. ¿Ejemplos? A docenas.
Detengámonos en uno. En julio de 2020, el Consejo Europeo acordó los Fondos de Recuperación Next Generation, concebidos como una extraordinaria oportunidad destinada a poner al día a la Europa azotada por la pandemia. En pura teoría, dichos fondos, debían ir encauzados a promover transformaciones que aumentaran la competitividad de las distintas economías europeas, haciéndolas «más verdes y digitales». Pero se esperaba –con excesivo optimismo, como se ha podido comprobar– que las comunidades autónomas, en el caso de España, dispondrían de capacidad de gestión y decisión a la hora de dejar claros los criterios de asignación de los dineros recibidos.
Pues de eso, nada. Como siempre ‘habrá que ir a Madrid', puesto que todo se decidirá de forma centralizada. Y conste que se continúa escuchando aquello de nuestro país es el más descentralizado, o uno de ellos, del mundo. En suma, bah. Y por si fuera poco debemos estar agradecidos y poner buena cara, espacialmente cuando la señora Von der Leyen anuncia, la víspera del día de la Constitución, que España será el primer país receptor de los 10.000 millones de los fondos europeos. Recordemos que en verano hubo un anticipo, creo que de 9.000. ¡Qué afortunados somos!