ALguien podría decir que estaba siempre allí donde la necesitaban. Y sería verdad, porque siempre supo dónde debía estar. Siempre estuvo allí, marcándonos el camino o simplemente aguardando a que, cansados, llegáramos. Su mirada alegre y su sempiterna sonrisa nunca faltaron a una cita, poco importa con quien la tuviese. Su indomable espíritu de alma solidaria siempre la llevó ahí donde hubiera una causa justa, un derecho amenazado, una voz acallada o un grito reprimido.
MUchos son quienes admiraban su forma de escribir y de vivir, siempre con la palabra justa en el momento preciso, con la mano tendida a quien la pudiera necesitar, con el corazón abierto para regalarnos sus sueños y hacernos, con ellos, un poco más lúcidos, algo más sabios y mucho, mucho más jóvenes.
DE todas partes del mundo llegan voces que la recuerdan y la admiran, voces que la quieren, voces que repiten sus textos aprendidos al calor de un abrazo o en la fría soledad de cualquier prisión, que gritan lo que a muchos de sus personajes no les dejaron decir, que susurran las palabras de amor que ella ponía en su boca y que, así, susurradas, nos aguardan en las páginas de nuestra vida que, sin que siquiera lo supiéramos, ella escribió.
NAdie podrá decir de ella que no fue lúcida, coherente y combativa. Vivió como quiso y con quien quiso, siempre con la cabeza alta y la mirada al frente, con ese inmenso corazón lleno de historias que consolaban nuestras derrotas y nos regalaban las vidas que no vivimos.
GRANde es el sueño que compartió con quienes se adentraron en sus libros, esos que pusieron en nuestras manos la historia que nunca nos contaron, la que silenciaron, la que no querían que supiéramos, esa historia que, desde el desgarrado silencio interior, ha acompañado a millones de españolas y españoles nacidos el siglo pasado, ese siglo que tuvimos que vivir en blanco, negro y mucho gris intuyendo que, más allá de nuestras fronteras, existían los colores, todos los colores.
DEScorazonador es el silencio que nos deja, el silencio de los libros que ya no podrá escribir, de los artículos que iluminaban nuestras noches y que esperábamos todos los días. Profunda conocedora del poder de la palabra y de la magia que la habita, compartió con nosotras, hoy almas huérfanas, sus secretos, todos, esos que acunan en lo que fuimos, que duermen lo que somos y que, alegres e indomables, se despiertan en lo que aún podemos ser.