Hace unas semanas asistí en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), en la sección de la Calcografía Nacional, a la inauguración de una magnífica exposición, que estará abierta hasta el próximo enero en la que se muestran numerosas estampas de los peces de los mares españoles, el balear inclusive, dibujadas en el siglo XVIII por el alemán Miguel Cros e iluminados por Juan Bautista Bru (1740-1799), un proyecto que puso en marcha aquel gran ministro (entonces España tenía unos excelentes ministros) que fue Floridablanca (1728-1808) con el plácet de Carlos III, dentro de la preocupación del Despotismo Ilustrado por preservar nuestros mares y sus especies, usar bien las artes de pesca e inventariar la enorme riqueza ictiológica que teníamos. Pese a lo que se cree, la ecología viene de lejos y, desde luego, la practicaron de verdad (y no de boquilla) políticos letrados y que tenían un sentido de Estado que ahora no se lleva.
Esta obra de cientos de estampas de los peces dieciochescos comenzó con fuerza, pero no se pudo llevar a buen puerto y quedó como tantas cosas loables en nuestra Historia inconclusa, entre otras razones porque Cros, artista pendenciero, casi seguro que fue asesinado en 1797. En resumidas cuentas, 138 dibujos de peces fueron los que finalmente se trasladaron al cobre.
De la exposición forman parte tres secciones baleáricas. La primera son cinco óleos sobre lienzos pintados por el naturalista mallorquín Cristóbal Vilella (1742-1803) que acabaron en el Gabinete de Historia Natural de la Real Academia de Bellas Artes, en los mismos se aprecian peces, moluscos, langostas, todos posiblemente del mar balear. Vilella fue un palmesano muy curioso, se buscaba la vida cómo podía y mandaba rocas, restos arqueológicos y animales disecados para agradar a la familia real. Como artista era regular tirando a flojo, pese a que fue alumno de uno de los grandes pintores de su época, Mengs.
Hubo algunos naturalistas cuya relación con el mundo balear está por estudiar, como ocurre con el coruñés José Córnide que recibió informes sobre la fauna balear –sobre los peces, la pesca y los corales de nuestras aguas–, y algunos de ellos los reflejó en sus libros. Hay un manuscrito en la Biblioteca Nacional de España en el que Córnide escribe sobre la orchilla, un liquen o materia tintórea muy valioso en la Edad Media y que los comerciantes del reino de Mallorca iban a buscar a los peñascos litorales submarinos de Canarias, donde era muy abundante.
Otra pieza balear importante en la exposición de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid es el manuscrito que trazó, hacia 1773, Antonio de Recondo y en el que este naturalista iluminó la flora y fauna balear. Este manuscrito lo compró hace unos años la Biblioteca Nacional y es la primera vez que se muestra al público. El manuscrito está abierto por el dibujo que muestra un coral de Mallorca. Como colofón de la exposición se exhiben una docena de peces coloreados por un pintor tan relacionado con Sóller como José María Sicilia. La exposición fue presentada por el académico Juan Bordes.