El futuro de las relaciones humanas ya tiene nombre: Metaverso. Y dueño: Mark Zuckerberg. Pienso que su Facebook –ha cumplido 17 años– está tan de capa caída que el chico de oro se ve obligado a inventar algo más potente para atraer a los jóvenes que huyen de su chiringuito, más interesados en universos mucho más agitados, como el chino Tik Tok. De entrada, la sensación que da ese proyecto de vida paralela es de tristeza. Porque, ojalá me equivoque, pero parece que seremos forzados a vivir en un holograma porque la vida real será inviable.
Quizá el calentamiento global, tal vez las crisis económicas, la superpoblación, la depresión o lo que sea que nos prive de la posibilidad de seguir viviendo como hasta ahora. Me pregunto si la idea de acceder a ese Metaverso para visitar, por ejemplo, el Taj Mahal, de forma virtual será porque ya no podamos hacerlo en la realidad. Porque el fin de los combustibles fósiles, la crisis económica o la urgencia de frenar la contaminación impedirán que los aviones vuelen con la misma frecuencia y bajos precios que lo hacen ahora. A falta de saber cómo será ese mundillo imaginario que Zuckerberg está pergeñando para nosotros, me temo que estará tan abarrotado de publicidad agresiva como todas las redes sociales actuales. Se alimentará de ese gran almacén mundial de datos privados que es el Big Data para que sigamos consumiendo, ahora sin salir de casa, en forma de holograma, de avatar, de cualquier otra mierda que sustituya a la percepción natural del mundo que nos rodea. Me pregunto si eso solo será nuestro refugio de emergencia porque el mundo que nos rodea lo habremos convertido en un pestilente vertedero inhabitable.