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Palabrería

| Palma |

Resulta que teníamos un problema y la alcaldesa de Barcelona, en la medida de sus posibilidades, se propuso resolverlo con la creación de un Centro de Nuevas Masculinidades, naturalmente muy plural, a fin de explicar a los interesados qué significa ser hombre, así como promover modelos de masculinidad positivos, plurales y heterogéneos. Es decir, lo menos tóxicos posible. La cosa no me hace ninguna falta porque qué es un hombre y cómo llegar a serlo ya me lo repitió mi abuela de niño montones de veces y luego mi madre y mis tías (mis hermanas no tanto), y después los curas, y ya con el terreno abonado, multitud de filósofos, novelistas, cineastas y poetas, todos empeñados y empeñadas en hacer de mí todo un hombre, que es como se decía entonces.

Espectacular la definición de Kipling en su celebérrimo poema If sobre en qué consiste ser hombre. Pero los cimientos de tan magna construcción, bastante delirante, los puso mi abuela. Razón por la cual, cuando leí de joven a Simone de Beauvoir y su célebre sentencia de que las mujeres no nacen sino que se hacen, que es el cogollo mismo del concepto de género, enseguida observé que siendo una verdad como un templo, era una mentira colosal en el sentido que se le daba y que se le da todavía en los estudios de género. Porque las mujeres se hacen, pero los hombres también. Y ya puestos, los perros, los pingüinos y hasta las montañas y los lagos. Todas las criaturas se hacen a empellones, se van haciendo, y más los humanos, que le añaden cultura a todo.

Al sexo, la comida, la guerra, el miedo, la muerte. Ahí empecé a sospechar que eso de ser hombre (o mujer, o español, o lo que sea), era cuestión de palabrería. De muchísima palabrería. Sin palabrería, nos quedaríamos en un grumo de percepciones confusas (lo decía Hume), que bastante tienen con aguantar lo que caiga, ir tirando como puedan. El anuncio de este centro municipal de masculinidad fue a finales de julio, y provocó numerosas chanzas, que duraron poco. Mejor, porque no todo el mundo tiene abuela, y aunque yo me sé de memoria la masculinidad, nueva o vieja, y me trae al pairo, parece que la gente necesita palabrería. Muchísima.

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