No hace mucho, un joven espabilado me decía que en pocos años se apreciarían más los oficios manuales que los tecnológicos. Me pareció una intuición ingenua y simpática por lo fuera de lo común. Unos años más tarde, me atrevo a darle, humildemente la razón. Pronto apreciarán más las habilidades de un buen carpintero, un mecánico o un chispas, que las de un programador o un diseñador gráfico. Como usted habrá podido escuchar por ahí, un contenedor traído de China vale hoy seis veces más que hace unos meses.
Los elevados costes de la importación se van a traducir en una subida de precios de manera que, por ejemplo, cuando usted tenia más de veinte pares de zapatos en su armario a treinta euros cada uno y los llevaba dos o tres veces por temporada, ahora se va a tener que acostumbrar a tener solo cuatro a cien euros el par. Vamos, que usted tendrá menos cosas y más caras, algunas puede que de menor calidad, mire lo que le digo. De manera que necesitará un buen zapatero que le arregle sus buenos y caros zapatos antes que tirarlos a la basura cuando se hayan desgastado un poquito los cordones. Vamos hacia una nueva manera de consumir. Por convicción o por obligación, pero la orgía consumista apunta a su fin. Compraremos menos, pagaremos más, tiraremos menos, repararemos más, consumiremos menos y usaremos más.