Remite la COVID-19 y vuelven los congresos que nos acercan a nuevas personas y también lugares que probablemente no visitaríamos. Creo que aprenderemos más de la normalidad que de estos tiempos de epidemia que nos iban a enseñar a entender la vida de otra manera y a ser mejores. Hace unos días he podido compartir reflexiones sobre las viviendas turísticas en Costa Adeje y debo confesar que a pesar de la distancia que nos separa hay cosas que son totalmente iguales y otras diametralmente opuestas. Por compartir algunas de esas ideas que me han enriquecido debo destacar mi sorpresa por la adhesión de la política canaria (sea local, en cabildo o autonómica) al turismo y a las distintas formas de generar ingresos que se conectan a una actividad turística para la que siempre se busca su crecimiento. Además de la idiosincrasia y la dependencia turística queda claro que la gestión política nos ha hecho diferentes de los canarios con quienes compartimos muchos rasgos sociales y económicos. No todo es un camino de rosas en este sendero y Costa Adeje me pareció un lugar maravilloso para comprender la dimensión que puede alcanzar la destrucción de las montañas, los chocantes contrastes sociales, la vocación por un turismo hotelero a lo resort y la necesidad de superar un modelo de sol y playa que deshace la personalidad de los que residieron allí antes del turismo. Una zona donde conviven más de cien nacionalidades, donde existe un importante nivel de pobreza extrema a pesar de ser una zona rica y con potencial económico destacable. En Adeje he comprobado que la política no entiende de grandes marcas, sino de personas que se entregan al objetivo de impulsar el bienestar del pueblo. Aún intento averiguar los motivos que permiten que su alcalde lleve más de tres décadas en el poder, siendo los de Sant Llorenç o de Sant Joan en Ibiza de los pocos que han superado los veinte años de alcaldía en Baleares. La política local debería tener más peso en el turismo si bien es cierto que las presiones pueden llevar a despropósitos como demuestra el urbanismo de la mayoría de municipios. Mañana empezará otro foro de debate, que he coordinado en los últimos seis años, sobre la materia y podremos comprobar posiciones que se mantienen (Ibiza no quiere turistas en plurifamiliares) y otras que seguramente son fruto de una extraordinaria temporada sin el principal y autóctono atractivo de las discotecas. Solo se puede aprender conversando cara a cara con las personas, escuchando voces diversas, siendo confidente en momentos íntimos donde se dice aquello que no puede hacerse público. Bienvenido sea viajar para aprender y esa normalidad que tanto nos enseña si aprovechamos las oportunidades. El turismo y los viajes como ejes primordiales, pues esta triste epidemia ha incrementado las ansias por ellos.
Aprender de la normalidad
Juan Franch | Palma |