A los clientes de Bankia nos dan fecha límite, 12 de noviembre, como si fuera una sentencia de muerte. Luego tendremos un nuevo número de cuenta en CaixaBank y, como no, las condiciones de los contratos cambiarán a favor de los maleantes, perdón, el banco. Desde los medios de comunicación te instan a que conozcas las exquisiteces de CaixaBankNow para que puedas realizar tus chanchullos online de un modo eficaz.
Despídete de la app de Bankia, esa en la que te cagaste tanto, y métete en otra que te costará tiempo y papel higiénico, y ninguna compensación. Nos avisan que los miles de cajeros de la antigua Bankia se reconvertirán por la fusión con CaixaBank. Esa es otra, voy a los cajeros de cualquier CaixaBank con mi tarjeta de débito de la antigua Bankia y más problemas. En ocasiones, hasta los tres cajeros de una misma oficina me han denegado la obtención de efectivo por cuestiones completamente distintas: uno porque la pantalla táctil no emite señales de que las yemas de mis dedos la activen (tras semanas comprobándolo sigue igual, tal vez soy un androide), otro porque siempre me sugiere muy educadamente que pase por mi oficina, y el tercero ni me acuerdo porque antes de darle una patada me despido a la francesa. Me dirijo a los de Bankia y sin ningún problema saco dinero a la primera. De acuerdo, podría ser que mi tarjeta de débito sólo funcione en cajeros de Bankia y no en los de CaixaBank por cuestiones de sistema operativo y demás pollas en vinagre. Pero el asunto es que en alguna ocasión he sacado pasta en estos, con lo que me induce a pensar que hay una especie de complot contra los antiguos clientes de Bankia. No esperaba menos habida cuenta de cómo son los banqueros.