Para unos es un presidente electo y un diputado de la Unión Europea. Para otros, un expresidente corrupto y un intruso en el Parlamento de la UE. Para unos, un héroe. Para otros, un delincuente. Para unos, un exiliado político y para otros, un sinvergüenza fugado. Para unos, un defensor del derecho a decidir de las naciones sin Estado y para otros, un traidor a España.
Para unos, una víctima del sistema y para otros, un enemigo del sistema. Para unos, alguien que sabe que el delito de sedición no existe en ningún código de leyes de la UE, excepto España. Para otros, Spain is different. ¿Representa o no el presidente-expresidente Puigdemont a ese cincuenta y cinco por ciento de catalanes con derecho a voto? Y si fuera así, ¿por qué no somos capaces de reconocerlo? Son millones de catalanes… ¿Todos ellos son tontos, ciegos y sordos? ¿Cómo hemos de mirar este fenómeno los que lo vemos desde fuera? ¿Ignorarlo?
Si algún articulado de la Constitución es un obstáculo para el desarrollo del nacionalismo catalán, también ha de ser un obstáculo constitucional para los constitucionalistas estas cosas que dice la derecha como perseguir una lengua vernácula, prohibir partidos políticos, prescindir de determinados derechos humanos, suprimir el Estado de las autonomías… Escribía el historiador Federico Bravo Morata: «En 1900, el catalanismo había sido duramente combatido por el ministro de la Gobernación desde su sillón de Madrid; confundía la violencia con el separatismo y prohibía el periódico La Veu de Catalunya. Como respuesta a ello, se cerraban todas las tiendas, las clases se suspendían en las universidades y en la de Barcelona se registraban graves encuentros entre los estudiantes y la policía. Durante cuatro días, la ciudad permanecía prácticamente paralizada y en Madrid, como casi siempre, se interpretaban bastante mal los problemas catalanes».
Mucho ha llovido desde 1900. Quizá resulte que en nuestro modo de ser haya algo atávico consistente en solo ver lo que es blanco y lo que es negro, incapaces de descubrir los grises de una doble versión de la realidad. Alguien me ha dicho que no me preocupe y que lo más justo llegará un día u otro de los tribunales europeos, que tratan de ser el estandarte de la verdadera democracia. Claro que siempre hay escépticos que quisieran volver al pasado y salir del club que ha de ser en el futuro los Estados Unidos de Europa.