El 11 de septiembre se cumplieron 48 años del derrocamiento del Gobierno democrático del socialista-marxista Salvador Allende. La operación pudo llevarse a cabo por las fuerzas civicomilitares fascistas dirigidas por el general Augusto Pinochet y, sobre todo, por la descarada injerencia de su brazo armado, el imperio yanqui.
Lo preocupante es que, al igual que el franquismo en España, el pinochetismo en Chile (1973-1990) lo dejó todo atado y bien atado. Toda la esperanza se desvaneció poco a poco después de más de 17 años de miles de asesinatos, desaparecidos... de la dictadura a través de los sucesivos gobiernos progresistas, socialistas, democratacristianos... llamados de la concentración y que debieron activar las tan necesarias reformas políticas, sociales, económicas por las que fueron elegidos.
Año tras año, de 1990 a 2018, salvo cambios cosméticos, la esperanza se fue desvaneciendo. Hicieron todo lo contrario con la complicidad y la corrupción de socialistas o democratacristianos de derechas. Los millonarios se hicieron más ricos. La pequeña y la mediana empresa y las clases medias que la sostienen están en vías de extinción. La clase trabajadora manual o intelectual está más dividida que nunca y desarmada ideológicamente. Va perdiendo todas las conquistas sociales que con tanto sudor, lágrimas y sangre conquistó.