Supongamos, pero supongo que ya lo ha supuesto mucha gente, que de pronto no hay microchips semiconductores, se volatilizan, se desintegran, desaparecen del mercado y a esa repentina escasez se añade que los que hay son carísimos, más que la luz o el gas, y como sin chips no hay nada que funcione, toda clase de empresas, incluyendo automovilísticas, comienzan a arruinarse.
El caos tecnológico. Por qué no hay chips, si hay chips en todas partes, coches, televisores, móviles, consolas, lavadoras, computadoras… Hasta en las pelis basadas en hechos irreales, pero llenas a su vez de chips prodigiosos. Pues por eso precisamente, dicen los expertos economistas tras consultar sus teléfonos inteligentes (con chips, cómo no). Por súbito aumento de la demanda.
Digitalización masiva, teletrabajo, inteligencia artificial hasta en las tostadoras… Ya sabía yo que tanta inteligencia artificial acabaría mal. O peor. La humanidad ha sobrevivido porque para la mayoría de las actividades que desarrolla (de subsistencia, políticas, empresariales, de entretenimiento) no se requiere ninguna inteligencia. Lógicamente, si de golpe se introduce alguna, aunque sea artificial, el sistema tiene que reventar por algún sitio, y ha sido por el chip.
Grandes empresas multinacionales tienen problemas y pierden fortunas por falta de microchips, pero no hay que temer por ellas, ya que según el axioma de Lem, «Antes de que el gordo adelgace, el flaco la palma». Porque no hay chips, se entiende, siendo así que hay chips en todas partes y pronto no se podrá confeccionar ni un cubo de basura sin chip incorporado. Basura inteligente.
Pero en esto de la carencia súbita de microchips no todo es cuestión del exceso de demanda, puesto que las grandes potencias occidentales, que son muy listas y prefieren que el trabajo duro lo hagan otros, relegaron casi toda su producción al este de Asia (Corea del Sur, Taiwán, China), y ahora se enteran de que autoabastecerse no es tan sencillo. Y qué pasará, supongamos, si cada vez hay menos chips, y luego no hay ninguno. El fin del mundo, desde luego. Se han profetizado muchos, pero el de los chips será el bueno. Por lo de la inteligencia.